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lunes, 30 de enero de 2017

El Sol y las Ranas



Las ranas de una apacible y pequeña laguna estaban muy alarmadas y casi muertas de susto. El día antes el astro rey, el Sol, las había alertado que ya todo no seguiría siendo igual que antes, pues él había decidido variar su rumbo.

En breve comenzaría a iluminar la Tierra solo durante seis meses, por lo que el resto del año sería una etapa de oscuridad y frialdad.

Las ranas comprendieron de inmediato lo que esto significaría para la vida, tal cual la conocían.

Los charcos se secarían, los ríos irían perdiendo su cauce hasta desaparecer, ellas no podrían calentarse como antes y los insectos de los que se alimentaban dejarían de existir.

Desesperadas comenzaron a quejarse y a pedir a las fuerzas divinas por su conservación, no sin protestar y demandar por lo que les parecía justo a ellas.

Desde lo alto una voz atendió su llamado y les preguntó:

-¿Piden clemencia sólo para ustedes o para todos los seres vivientes del planeta?

– Pues para nosotros. ¿Por qué habríamos de preocuparnos por otras especies? Cada cual que cuide y pida por lo suyo.

-Así les irá –replicó la voz, que desde entonces se desentendió de los pedidos de las ranas por su egoísmo.

Ciertamente el sol no dejó de brillar, pero desde entonces las ranas son animales con muy pocos amigos, y todo por el egoísmo de aquellas de una pequeña laguna, capaces solo de preocuparse por su bienestar y desentendidas de todo lo que les rodeaba.



sábado, 28 de enero de 2017

El rico y el zapatero



Había una vez un zapatero muy laborioso, cuyo único entretenimiento era reparar los zapatos que sus clientes le llevaban.

Sin embargo, tanto disfrutaba el hombre de su trabajo que, amén de que sólo le alcanzaba para lo justo, cantaba de felicidad cada vez que terminaba un encargo y con la satisfacción del deber cumplido, dormía plácidamente todos las noches.

El zapatero tenía un vecino que por el contrario era un hombre abundantemente rico, al que además le molestaba un poco los cánticos diarios del laborioso hombre.

Un día el rico no pudo más y se decidió a abordar al zapatero. No entendía la causa de su felicidad y al ser recibido en la puerta de la humilde morado preguntó a su dueño:

-Venga acá buen hombre, dígame usted ¿cuánto gana al día? ¿Acaso es la riqueza la causa de su desbordada felicidad?

-Pues mire vecino –contestó el zapatero, -por mucho que trabajo solo obtengo unas monedas diarias para vivir con lo justo. Soy más bien pobre, por lo que la riqueza no es motivo de nada en mi vida.

-Eso pensé y vengo a contribuir a su felicidad –dijo el rico, mientras extendía al zapatero una bolsa llena de monedas de oro.

El zapatero no se lo podía creer. Había pasado de la pobreza a la riqueza en solo segundos y, luego de agradecer al rico, guardó con celo su fortuna bajo su cama.

Sin embargo, las monedas hicieron que nada volviese a ser igual en la vida del trabajador hombre.

Como ahora tenía algo muy valioso que cuidar, ya no dormía tan plácidamente, ante el temor constante de que alguien irrumpiese para robarle.

Asimismo, por dormir mal ya no tenía las mismas energías para afrontar con ganas el trabajo diario y mucho menos para cantar de felicidad.

Tan tediosa se volvió su vida de repente, que a los pocos días de haber recibido dicha fortuna de su vecino acudió a devolverla.

Los ojos del hombre rico no daban crédito a lo que sucedía.

-¿Cómo que rechaza tal fortuna? –interrogó al zapatero. -¿Acaso no disfruta el ser rico?

-Vea vecino –contestó el zapatero, -antes de tener esas monedas en mi casa era un hombre realmente feliz que cada mañana se levantaba luego de dormir plácidamente para enfrentar con entusiasmo y energía su trabajo diario. Tan feliz era que incluso cantaba cada vez que podía. Desde que recibí esas monedas ya nada es igual, pues solo vivo preocupado por proteger la fortuna y ni tan siquiera tengo tranquilidad para disfrutarla. Por tanto, gracias, pero prefiero vivir como hasta ahora.

La reacción del zapatero sorprendió enormemente al hombre rico. No obstante, ambos comprendieron lo que tal desarrollo de los acontecimientos quería decir, y es que la riqueza material no es garantía de la felicidad. Esta pasa más por pequeños detalles de la vida diaria, que a veces suelen pasar desapercibidos.



jueves, 26 de enero de 2017

El Niño y los Dulces



Pedro no sabía de la avaricia o la ambición, ni de todo el daño que esto podía hacer a las personas.

Era un niño sano y juguetón como otro cualquiera, pero su glotonería y su afición por los dulces eran los atributos por los que más se le conocía.

Un día descubrió un recipiente repleto de dulces y sin pensarlo ni averiguar de quién eran, introdujo su mano y agarró tantas golosinas como pudo. Cuando trató de retirar su mano se dio cuenta que no podía y como no quería dejar escapar ningún dulce de los que había cogido, lo cual le permitiría sacar la mano, empezó a llorar desconsoladamente.

Su amigo Juan lo vio y le dijo:

-Pedro, si te conformas con la mitad o un poco menos de lo que has tomado podrás sacar tu mano de ahí y disfrutar algunos dulces. La avaricia no te permitirá hacer ni lo uno ni lo otro.

Así, Pedro siguió el consejo y disfrutó de sabrosos dulces. Desde ese día comprendió que la ambición y la avaricia pueden ser verdaderamente dañinas y prohibitivas para el desarrollo y crecimiento de un ser humano.



martes, 24 de enero de 2017

El dueño del cisne


Dicen que los cisnes son capaces de entonar bellas y melodiosas notas, pero sólo justo antes de morir.

Desconocedor de esto, un hombre compró un día un magnífico cisne, el cual se decía no sólo que era el más bello, sino también uno de los que mejor cantaba.

Pensó que con este animal agasajaría a todos los invitados que frecuentemente tenía en su casa y sería motivo de envidia y admiración para sus compañeros.

La primera noche que lo tuvo en su casa organizó un festín y lo sacó para exhibirlo, cual preciado tesoro. Le pidió que entonase un bello canto para amenizar el momento, pero para su molestia y decepción, el animal permaneció en el más absoluto y férreo silencio.

Así fueron pasando los años y el hombre pensó que había malgastado dinero en la compra del cisne.

Sin embargo, cuando ya el bello animal se sentía viejo y a punto de partir para otra vida, entonó el más bello canto que oídos humanos hayan escuchado.

Al escucharlo en el más absoluto deleite el hombre comprendió su error y pensó:

-Que tonto fui cuando pedí a mi bello animal que cantara en aquel entonces. Si hubiera conocido lo que el canto anuncia, la petición hubiese sido bien distinta.

De esta forma, el hombre y todos lo que le conocían comprendieron que las cosas en la vida, incluso las más bellas y anheladas, no pueden apurarse. Todo llega en el momento oportuno.



domingo, 22 de enero de 2017

El Doctor y el enfermo



Había un enfermo internado en un hospital, que cada día se sentía más mal y no veía mejoría alguna en su estado.
Una tarde el médico pasó en sus habituales rondas y le preguntó qué lo aquejaba, qué síntomas lo hacían sentirse mal.
El enfermo le confesó que sentía que sudaba más de lo común, a lo que el médico respondió, sin detenerse a chequearlo:
– Eso está bien.
Un día después el doctor volvió a visitar a su enfermo y le preguntó nuevamente qué lo aquejaba.
– Siento que tiemblo y tengo más escalofríos que en cualquier otro momento de mi vida –dijo el paciente.
– No te desconsueles, eso está bien –agregó el doctor.
Otra vez al día siguiente pasó lo mismo y el doctor preguntó al hombre que qué síntomas presentaba como para sentirse enfermo.
Preocupado, el enfermo le dijo:
-Doctor, he tenido diarrea y no se van los restantes síntomas.
-Eso está bien –ripostó el doctor, que ya se iba del lugar cuando escuchó que el enfermo le decía a un familiar que lo visitaba:
– Creo que de tanto estar bien me estoy muriendo. Cada día estoy peor.
El doctor se sonrojó por la vergüenza y desde ese momento comenzó a tomarse verdaderamente en serio la salud de sus pacientes. Comprendió que hay profesiones que imponen constancia, seriedad y preocupación, y que uno no puede andar jugando con la vida y bienestar de los demás.



viernes, 20 de enero de 2017

El ciervo, el manantial y el león



Había una vez un bello ciervo que se acercó a un manantial a calmar su sed. El animal bebió de esa agua cristalina hasta que se sintió satisfecho y luego, al ver su reflejo en el límpido manantial, quedó maravillado de su cornamenta, la cual lo convertía en un animal admirado por todos debido a su belleza.

Sin embargo, el ciervo siguió contemplándose y al ver sus delgadas patas pensó que sería aún más majestuoso si la naturaleza le hubiese dado unas patas más gruesas y vistosas, que fueran igual de imponentes que su cornamenta.

Pensando en todo esto el ciervo se percató que desde un arbusto lo acechaba un león, que estaba listo para ir a atacarlo y convertirlo en su presa.

Sin dudarlo un segundo el ciervo se lanzó a la carrera y logró sacar, gracias a su velocidad, una distancia considerable al captor.

A medida que corría el ciervo se daba cuenta que su fuerza radicaba en sus ligeras piernas y mientras el terreno fue llano, mantuvo una distancia considerable con respecto al león.

Sin embargo, la fuerza de este radica en el corazón y nunca se dio por vencido a pesar de la distancia, razón por la que cuando se adentraron en los matorrales del bosque se vio premiado.

En ese escenario la cornamenta le hacía perder velocidad al ciervo, pues se enredaba con cuanta rama y arbusto aparecía en el camino.

De esa forma la distancia que separaba a ambas animales se fue haciendo cada vez más corta hasta que al final el ciervo quedó atrapado. Su cornamenta se había quedado enredada con unas lienzas.

Ya a punto de morir bajo las garras del león el ciervo comprendió cuán equivocado había estado en el manantial. Su principal atributo eran sus delgadas piernas y no la bella cornamenta, que al final le costaría la vida.

Para el ciervo fue muy tarde, pero comprender que lo esencial y más valioso no es precisamente lo más bello es algo que nos puede ser de mucha utilidad a nosotros a lo largo de nuestras vidas.



lunes, 16 de enero de 2017

El cascabel del gato



Había una vez un gato que vivía a toda leche en una céntrica casa de una gran urbe.

A toda leche porque sus dueños se esforzaban por darle todo lo que el gato requería para sentirse como un gran animal doméstico, querido y consentido por los humanos.

Así, el minino de nuestra historia tenía un confortable cojín en el que echarse a disfrutar sus siestas, ovillos para jugar cada vez que le apeteciera, comida en abundancia y todo cuanto podamos imaginar para el deleite de un gato.

Por tener, el felino tenía hasta una panda de ratones en casa, a los que perseguía y atosigaba cada vez que tenía la oportunidad.

Era ver un ratón y haya iba el gato a perturbarlos e impedirles tomar cualquier cosa de su cocina. Los perseguía y arrinconaba hasta que los obligaba a volver a su madriguera.

Tan bueno se había hecho el gato de nuestra historia en la persecución, que los ratones optaron de pronto por no salir más, pues realmente le temían.

Sin embargo, las escasas provisiones que habían logrado almacenar en su ratonera se agotaron un día, por lo que tuvieron que analizar cómo poder obtener alimentos para no morir de inanición.

Sabían que si salían de su escondite el gato no tardaría en descubrirlos y los haría correr hasta el cansancio, sin permitirles obtener alimento alguno. No obstante, la situación era tan dramática, que requerían medidas urgentes para tratar de aliviarla.

Por ello convocaron a una asamblea en la que debían estar presentes todos los ratones de la casa; niños y adultos, machos y hembras.

Así, comenzaron a debatir para tomar la mejor decisión e idear un plan que les permitiese obtener los necesarios suministros.

Todos opinaron, pero ningún criterio era factible. Siempre había un gran obstáculo que ningún plan parecía vencer: el gato.

De pronto, un ratón joven tuvo una idea que agradó a todos.

Si ponían un cascabel al gato, por el sonido podrían saber siempre por dónde andaba y la salida de la ratonera y la búsqueda de alimentos sería más segura y tranquila.

Todos aplaudieron y vitorearon al joven, pues la idea lucía perfecta. De materializarse, atrás quedarían los días en que el gato los asediaba y les impedía alimentarse como Dios manda.

Sin embargo, un nuevo problema surgió. ¿Quién le pondría el cascabel al gato?

Ante la falta de voluntarios, pues todos alegaban problemas que les impedían ser ellos los que pusieran el accesorio al felino, el plan se descabezó.

Era la mejor estrategia, surgida de la mejor de las opiniones, pero los roedores descubrieron ese día cuán fácil era opinar y qué difícil es actuar.

Dicen que aún debaten cada día para ver quién es el héroe que se atreve a colocar el cascabel al gato, antes que el hambre termine por acabar con sus vidas.



sábado, 14 de enero de 2017

Los sueños de una lechera



Había una vez una joven, hija de un granjero que iba al pueblo a vender leche, y mientras trasladaba la vasija llena de leche, planificaba su futuro.

– Cuando termine de vender toda la leche, invertiré el dinero en trescientos huevos. De estos una parte no va a nacer, pero de seguro que al menos 200 pollo tendré. Cada pollo podrá ser vendido a precios altos ya que para la época para la que estén listos los precios en el mercado habrán subido. Si logro esto tendré el dinero necesario para comprarme un vestido de fiesta muy bello con el que podré asistir causando sensación. Al asistir a los bailes tan hermosa lograré que todos los jóvenes me pretendan, pudiendo yo valorar a cada uno de los presentes.

De repente tropezó con una piedra y cayó al suelo junto con el recipiente de leche el cual se derramó completamente, destruyéndose también cada uno de los planes que había hecho.

No debes desear tener una fortuna mayor pues nada de lo que tengas te parecerá suficiente. No pienses en el futuro sin antes haber asegurado tu presente pues solo así tu futuro tendrá resultados.



domingo, 8 de enero de 2017

La gran idea del pescador egoísta



Este era un hombre que ya estaba harto de no poder conseguir pescado para poder vivir un poco más cómodo que antes, y es por esto que decidió poner en práctica un nuevo sistema que hace solo algunos días había inventado.

Lo que pretendía era emplear redes que al ubicarlas en el rio se impidiera que el agua las atravesara y de este modo el rio se quedaría sin corriente que les facilitaba el escape a los peces. Además el toque final del invento consistía en una cuerda de cáñamo que estaba sujeta a uno de los extremos y de la que colgaba una piedra con la que se iba golpeando el agua. Mientras esto sucedía aquel hombre pensaba

– Con esta idea lograré que los peces tengan tantas ganas de escapar que acudan directamente a mi trampa.

Un pescador que pasaba por el lugar, al ver lo que estaba haciendo, muy molesto le dijo

– ¿No te das cuenta que con esto el agua que recibimos en el pueblo está llena de fango porque no dejas de ensuciar el agua del río

– Mil disculpas, me apena mucho saber que esto los molestara, pero es que esta es la única forma que tengo de alimentarme y salir de una vez de esta pobreza – dijo el pescador desesperado.

Tus objetivos en la vida son importantes pero nunca lo hagas perjudicando a los demás.

viernes, 6 de enero de 2017

Júpiter y los defectos



Esta historia ocurrió hace mucho tiempo cuando el dios Júpiter envió un mensaje a todos los animales del mundo a reunirse con el objetivo de que le pidieran que corrigieran sus defectos.

El primer animal citado fue el mono y a este le pregunto que si estaba de acuerdo con su cuerpo

– ¿Tengo algún motivo para no estar de acuerdo con él? Mi cuerpo es igual que el de otro animal, esto no lo puede decir el oso pues su cuerpo parece estar a medio hacer.

Después llegó el oso y todo el mundo pensó que empezaría a quejarse. En vez de quejarse este comenzó a resaltar las cualidades de su figura y diciéndole posteriormente que el elefante podría estar mejor si cola fuera mas largo y si sus orejas fueran mas pequeñas su cuerpo luciría mucho mas bello.

Debido a como se estaba desarrollando la reunión era de esperar que el elefante se comenzara a quejar de alguien mas; y así lo hizo pues empezó hablar de la ballena, la hormiga y del resto de los presentes.

Esta reunión se desarrolló de un modo inusual y Júpiter al ver que todos lo que hacían era relevar los defectos de los demás suspendió la reunión y les dijo que se marcharan. El gran Dios se quedó pensando un rato y después de un gran análisis arribó a una gran conclusión, y es que de todos los animales el hombre es el peor. A este le dieron unas alforjas con el objetivo de echar delante los defectos de los otros y olvidar los propios.

Primero trata de corregir tus propios defectos y después destaca las faltas de los demás.



miércoles, 4 de enero de 2017

El perdón de la muerte



En una ocasión un pobre anciano, muy cansado porque su día de trabajo había sido muy fuerte, cargaba sobre su espalda leña que acababa de cortar. Llevaba mucho tiempo caminando y aun el camino que le quedaba era largo, así que decidió llamar a la Muerte y de este modo el poder descansar. Al escuchar su llamado la muerte se presentó en el sitio donde estaba el anciano, y mirándolo fijamente le preguntó que por qué la había llamado. El pobre anciano, después de haber descansado algunos minutos, y con pena en el rostro le dijo:

– Quería preguntarle si usted era tan amable de ayudarme a trasladar esta carga tan pesada. Era solo eso.

La muerte perdonó al anciano pues sus ganas de vivir eran tantas que habían logrado hacer que él se olvidara del agotamiento y del dolor que sentía.


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lunes, 2 de enero de 2017

El lobo hambriento



Esta historia ocurrió una mañana cuando el labrador había terminado de trabajar en sus campos y llevo a los bueyes a que se refrescaran en el estanque. Después de beber agua se dispusieron a descansar un poco pues estaban muy agotados por el peso de los arados cuando de repente apareció un hambriento lobo en busca de alimento.

Este se fue acercando poco a poco al arado, y una vez allí empezó a saborear los bordes del yugo para sentir al menos el gusto del sudor de los bueyes y así engañar a su estómago. Comenzó suavemente pero era tanta el hambre que tenía que no se percató que su iba metiendo su cabeza dentro del yugo. El hambriento lobo al percatarse de que había quedado atrapado por el yugo comenzó a desesperarse porque no podía salir así que empezó a correr en todas las direcciones. Mientras corría arrastraba el arado por todo el surco que habían hecho los bueyes.

Un rato más tarde llego el labrador acompañado de sus bueyes y al ver lo que estaba ocurriendo le gritó al lobo:

– ¡Maldito lobo! Que distinto sería todo si no tuvieses esas malas ideas de acosar a los animales que nos ayudan en el campo a trabajar. Yo sería un hombre muy dichoso si araras mis campos con la misma fuerza y rapidez con la que corres ahora desesperado para liberarte de ese yugo tan pesado.

Cuando eres malo y tus intenciones no son buenas, aunque parezca que actúas bien al final tu naturaleza te pone al descubierto.