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domingo, 18 de septiembre de 2016

La oruga y la zorra - Tomas Iriarte



Si se acuerda el lector de la tertulia
en que, a presencia de animales varios,
la zorra adivinó por qué se daban
elogios avestruz y dromedario,
sepa que en la mismísima tertulia
un día se trataba del gusano
artífice ingenioso de la seda,
y todos ponderaban su trabajo.
Para muestra presentan un capullo;
examínanle, crecen los aplausos,
y aun el topo, con todo que es un ciego,
confesó que el capullo era un milagro.
Desde un rincón la oruga murmuraba
en ofensivos términos, llamando
la labor admirable, friolera,
y a sus elogiadores, mentecatos.
Preguntábanse, pues, unos a otros:
«¿Por qué este miserable gusarapo
el único ha de ser que vitupere
lo que todos acordes alabamos?»
Saltó la zorra y dijo: «¡Pese a mi alma!
El motivo no puede estar más claro.
¿No sabéis, compañeros, que la oruga
también labra capullos, aunque malos?»

¡Laboriosos ingenios perseguidos!
¿Queréis un buen consejo? Pues cuidado:
cuando os provoquen ciertos envidiosos,
no hagáis más que contarles este caso.



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