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lunes, 4 de marzo de 2019

El cangrejo



Resto de una comida,
que orilla de un arroyo fué servida,
quedó sobre las hierbas arrojado
el conchudo cadáver de un cangrejo,
lo mismo que la grana colorado;
miraban y admiraban reflexivos
otros cangrejos vivos
aquel tinte magnífico bermejo,
y cada cual de su interior exhala
esta loca expresión:—¡Hermosa gala!
¡Quién el secreto raro poseyera
de poderse pintar de igual manera!
Oyendo la ocurrencia peregrina,
dijoles un ratón, docto en cocina:
—Para adquirir matices tan brillantes,
no hay otro medio que coceros antes.
Caro fuera el antojo:
cuesta sobrado el uniforme rojo.
Quien envidie la fama esclarecida
que a los varones célebres rodea,
tome su historia y vea
¡cuánto dolor acibaró su vida!



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