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miércoles, 7 de octubre de 2015

El perro en barrio ajeno - Jose Joaquín Fernandez de Lizardi



Con el rabo entre las piernas
caminaba un pobre Perro,
por el temor que sentía
de andar en un barrio ajeno.
Su recelar no fué en vano:
pues lo vió un cán, y al momento
ladróle insolente, y otros,
furiosos, lo acometieron
con tal coraje y tal ira,
y con tan feroz empeño,
como si el Perrillo a todos
mil agravios hubiera hecho.

A un mismo tiempo, cobardes,
le desgarran el pellejo,
y lo muerden a porfía
y lo arrastran por el suelo.

Él trata de apaciguarlos
exclamando: ¿En qué os ofendo?
¿Qué delito he cometido
ni qué daño 'puedo haceros?

-Ninguno, bribón, nos haces;
ninguno, responden ellos;
pero tu crimen consiste
en ser aquí forastero.

Así dicen, y en seguida
lo atacan todos de nuevo.
En semejante refriega
hubiera quedado muerto.
si a la sazón no pasara
un valiente Perro viejo,
cuyo diente acicalado
impone a todos respeto.

Así es que pronto abandonan
sus sanguinarios intentos,
ya nuestro Can maltratado
dan libertad desde luego.

Libre ya, sin despedirse,
huyó, cual gamo, ligero;
y entonces el Perro anciano
dijo a los otros: iPor cierto
que con tales villariías
ganáis deshonra y desprecio!

De hospitalidad, vosotros
nada sabéis, bien lo veo;
pero tened entendido,
pues viene la cosa a cuento,
que debemos tener siempre
bondad para el extranjero,
y tratarlo con finura,
comedimiento y respeto;
pues no es crimen para un hombre
nacer en distinto suelo.


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