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sábado, 17 de noviembre de 2018

El entresuelo y la Buhardilla



Tuvieron, como es uso entre vecinos, ruda y formal contienda un entresuelo rico y elegante y una buhardilla estrecha.
— ¡Miserable! gritaba el entresuelo.
¿Sabe s por qué galleas? Porque mi posición subir me impide a cortarte la lengua.
Quien descubrir intente lo que vales pregunte lo que cuestas; o de tus amadores oiga el coro cuando de ti reniegan.
¡Infeliz! un abismo nos divide no de varas, de teguas; yo soy gentil, espléndido, lujoso; íú sucia, pobre y fea.
Calla, pues, y de aquel que te sostiene burlarle no pretendas, que torres que se fundan en el viento, el viento se las lleva.—
Son ó una carcajada en las alturas alegre y desenvuelta.
y dijo la buhardilla, hacia la calle sacando la cabeza:
—De imbéciles fué siempre darse lono; aprieta, chico, aprieta, que al fin naciste bajo, y de tan bajo los tiros no me llegan.
Tú tendrás cuanto dices, no lo dudo, ruido, anchura, opulencia; yo en cambio tengo luz y la prefiero a todas tus grandezas.
Del alba en los magníficos celajes mi vista se embelesa, y el rayo de la luna me ilumina que el Hacedor te niega.
Y cuando en flores pródiga y perfumes viene la primavera, en rededor de mí batiendo el ala los pájaros gorjean.—
¡Santa resignación! ¡Qué dulce haría s del hombre la existencia, si a menudo no fueran tus andrajos disfraz de tu soberbia!



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