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miércoles, 14 de noviembre de 2018

La serpiente y la abeja



Sobre el cáliz de una flor que en verde tallo se alzaba, y entre todas descollaba por su perfume y color, hallándose frente a frente, al despuntar de la aurora, una abeja zumbadora y una piníada serpiente.

Las dos libando a la vez mudas quedaron un rato, siendo en la Abeja recalo lo que en la Sierpe doblez, hasta que alzando la Abeja la voz que al cielo debió, así a la Serpiente habló en son de agravio y de queja:
—Nunca a mi lado te vi, y por las seña s sospecho que nadie te dio derecho para subir hasta aquí.

Vete, pues, y de estas galas la pureza no desdores; que sólo vive entre flores quien ha nacido con alas,
Silbó la Serpiente altiva enroscándose furiosa, y sobre la fresca rosa escupiendo su saliva, dijo: 
—Castigada estoy, pues conozco por mi mal que ni puedo ser tu igual, ni dejar de ser quien soy.

A levantarme del lodo en mal hora me atreví, cuando envidiosa de ti busqué de imitarte modo.

Mas mi destino cruel, a toda dulzura ajeno, me aparta de este vergel; que en mí se torna veneno lo que tú cambias en miel.—
Dicha que el alma ha sentido, beso que venció al recato, perfume nunca extinguido, ¡miel para el agradecido! ¡veneno para el ingrato!



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