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sábado, 30 de abril de 2016

El ciervo y los bueyes - Félix María Samaniego,



Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de una batida,
Y en la quinta cercana de repente
Se metió en el establo incautamente.
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,
Que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!
Detente, y hallarás tanto reposo
Como perdiz en boca de raposo.»
El Ciervo respondió: «Pero, no obstante,
Dejadme descansar algún instante,
Y en la ocasión primera
Al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece;
A la noche el boyero se aparece,
Al ganado reparte su alimento,
Nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
Y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro
El ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
Le dice: «¿Qué? ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
Yo le llamo cien-ojos por apodo:
Mas chitón, que ya viene.»
Entra Cien-ojos; todo lo previene;
A los rústicos dice: «No hay consuelo;
Las colleras tiradas por el suelo,
Limpio el pesebre, pero muy de paso;
El ramaje muy seco y más escaso.
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
Del triste Ciervo; grita, acuden todos
Contra el pobre animal de varios modos,
Y a la rústica usanza
Se celebró la fiesta de matanza.

Esto quiere decir que el amo bueno
No se debe fiar del ojo ajeno.


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viernes, 29 de abril de 2016

El ciervo y la fuente - Félix María Samaniego




Un Ciervo se miraba
En una hermosa cristalina Fuente;
Placentero admiraba
Los enramados cuernos de su frente,
Pero al ver sus delgadas, largas piernas,
Al alto cielo daba quejas tiernas.
«¡Oh dioses! ¿A qué intento,
A esta fábrica hermosa de cabeza
Construir su cimiento
Sin guardar proporción en la belleza?
¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor profundo!
¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
Hablando de esta suerte
El Ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
Por evitar su muerte,
Parte al espeso bosque muy ligero;
Pero el cuerno retarda su salida,
Con una y otra rama entretejida.
Mas libre del apuro
A duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
Pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
Lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
Haga mis feos pies el cielo eternos:»

Así frecuentemente
El hombre se deslumbra con lo hermoso;
Elige lo aparente,
Abrazando tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal cabeza.
El útil bien es la mejor belleza.


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jueves, 28 de abril de 2016

El chivo afeitado - Félix María Samaniego,



«Vaya una quisicosa.
Si aciertas, Juana hermosa,
Cuál es el animal más presumido,
Que rabia por hacerse distinguido
Entre sus semejantes,
Te he de regalar un par de guantes.
No es el pavón, ni el gallo,
Ni el león, ni el caballo;
Y así, no me fatigues coa demandas.»
«¿Será tal vez... el mono?» «Cerca le andas.»
«¿El mico?» «Que te quemas;
Pero no acertarás: no, no lo temas.
Déjalo, no te canses el caletre.
Yo te diré cuál es: el Petimetre.»
Este vano orgulloso
Pierde tiempo, doblones y reposo
En hacer distinguida su figura.
No para en los adornos su locura;
Hace estudio de gestos y de acciones
A costa de violentas contorsiones.
De perfumes va siempre prevenido;
No quiere oler a hombre ni en descuido.
Que mire, marche o hable,
En todo busca hacerse remarcable.
¿Y qué consigue? Lo que todo necio:
Cuanto más se distingue, más desprecio.
En la historia siguiente yo me fundo.
Un Chivo, como muchos en el mundo,
Vano extremadamente,
Se miraba al espejo de una fuente.
«¡Qué lástima, decía,
Que esté mi juventud y lozanía
Por siempre disfrazada
Debajo de esta barba tan poblada!
¿Y cuándo? Cuando en todas las naciones
No tienen ni aun bigotes los varones;
Pues ya cuentan que son los moscovitas,
Si barbones ayer, hoy señoritas.
¡Qué cabrunos estilos tan groseros!
A bien que estoy en tierra de barberos.»
La historia fue en Tetuán, y todo el día
La barberil guitarra se sentía,
El Chivo fue, guiado de su tono,
A la tienda de un mono,
Barberillo afamado,
Que afeitó al señorito de contado.
Sale barbilampiño a la campaña.
Al ver una figura tan extraña,
No hubo perro ni gato
Que no le hiciese burla al mentecato.
Los chivos le desprecian de manera,
Que no hay más que decir. ¡Quién lo creyera!
Un respetable macho
Dicen que rió como un muchacho.


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miércoles, 27 de abril de 2016

El charlatán y el rústico - Félix María Samaniego,



Lo que jamás se ha visto ni se ha oído
Verán ustedes, atención les pido.
Así decía un Charlatán famoso,
Cercado de un concurso numeroso.
En efecto, quedando todo el mundo
En silencio profundo,
Remedó a un cochinillo de tal modo,
Que el auditorio todo,
Creyendo que lo tiene y que lo tapa,
Atumultuado grita: «Fuera capa.»
Descubrióse, y al ver que nada había,
Con víctores lo aclaman a porfía.
«Pardiez, dijo un patán, que yo prometo
Para mañana, hablando con respeto,
Hacer el puerco más perfectamente;
Si no, que me la claven en la frente.»
Con risa prometió la concurrencia
A burlarse del payo su asistencia;
Llegó la hora, todos acudieron:
No bien al Charlatán gruñir oyeron,
Gentes a su favor preocupadas,
«Viva», dicen, al son de las palmadas.
Sube después el Rústico al tablado
Con un bulto en la capa, y embozado
Imita al Charlatán en la postura
De fingir que un lechón tapar procura;
Mas estaba la gracia en que era el bulto
Un marranillo que tenía oculto.
Tírale callandito de la oreja:
Gruñendo en tiple el animal se queja;
Pero al creer que es remedo el tal gruñido,
Aquí se oía un fuera, allí un silbido,
Y todo el mundo queda
En que es el otro quien mejor remeda.
El Rústico descubre su marrano;
Al público le enseña, y dice ufano:
«¿Así juzgan ustedes?»
¡Oh preocupación, y cuánto puedes!


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martes, 26 de abril de 2016

El charlatán - Félix María Samaniego



Si cualquiera de ustedes
Se da por las paredes
O arroja de un tejado,
Y queda, a buen librar, descostillado,
Yo me reiré muy bien: importa un pito,
Como tenga mi bálsamo exquisito.
Con esta relación un chacharero
Gana mucha opinión y más dinero;
Pues el vulgo, pendiente de sus labios,
Más quiere a un Charlatán que a veinte sabios.
Por esta conveniencia
Los hay el día de hoy en toda ciencia,
Que ocupan, igualmente acreditados,
Cátedras, academias y tablados.
Prueba de esta verdad será un famoso
Doctor en elocuencia, tan copioso
En charlatanería,
Que ofreció enseñaría
A hablar discreto con fecundo pico,
En diez años de término, a un borrico.
Sábelo el Rey; lo llama, y al momento
Le manda dé lecciones a un jumento;
Pero bien entendido
Que sería, cumpliendo lo ofrecido,
Ricamente premiado;
Mas cuando no, que moriría ahorcado.
El doctor asegura nuevamente
Sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano:
«Escuche, buen hermano;
Su frescura me espanta:
A cáñamo me huele su garganta.»
«No temáis, señor mío,
Respondió el Charlatán, pues yo me río.
¿En diez años de plazo que tenemos,
El Rey, el asno o yo no moriremos?»

Nadie encuentra embarazo
En dar un largo plazo
A importantes negocios; mas no advierte
Que ajusta mal su cuenta sin la muerte.


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lunes, 25 de abril de 2016

El cerdo, el carnero y la cabra - Félix María Samaniego



Poco antes de morir el corderillo
Lame alegre la mano y el cuchillo
Que han de ser de su muerte el instrumento,
Y es feliz hasta el último momento.
Así, cuando es el mal inevitable,
Es quien menos prevé más envidiable.
Bien oportunamente mi memoria
Me presenta al Lechón de cierta historia.
Al mercado llevaba un carretero
Un Marrano, una Cabra y un Carnero.
Con perdón, el Cochino
Clamaba sin cesar en el camino:
«¡Ésta sí que es miseria!
Perdido soy, me llevan a la feria.»
Así gritaba; mas ¡con qué gruñidos!
No dio en su esclavitud tales gemidos
Hécuba la infelice.
El carretero al gruñidor le dice:
«¿No miras al Carnero y a la Cabra,
Que vienen sin hablar una palabra?»
«¡Ay, señor, le responde, ya lo veo!
Son tontos y no piensan.
Yo preveo Nuestra muerte cercana.
A los dos por la leche y por la lana
Quizá no matarán tan prontamente;
Pero a mí, que soy bueno solamente
Para pasto del hombre... no lo dudo:
Mañana comerán de mi menudo.
Adiós, pocilga; adiós, gamella mía.»
Sutilmente su muerte preveía.
Mas ¿qué lograba el pensador Marrano?
Nada, sino sentirla de antemano.
El dolor ni los ayes es seguro
Que no remediarán el mal futuro.


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domingo, 24 de abril de 2016

El cazador de conejos - Félix María Samaniego,



Poco antes que esparciese
Sus cabellos en hebras
El rubicundo Apolo
Por la faz de la tierra,
De cazador armado,
Al soto Fabio llega.
Por el nudoso tronco
De cierta encina vieja
Sube para ocultarse
En las ramas espesas.
Los incautos conejos
Alegres se le acercan.
Uno del verde prado
Igualaba la hierba;
Otro, cual jardinero,
Las florecillas siega;
El tomillo y romero
Éste y aquél cercenan;
Entre tanto al más gordo
Fabio su tiro asesta;
Dispara, y al estruendo
Se meten en sus cuevas
Tan repentinamente,
Que a muchos pareciera
Que, salvo el muerto, a todos
Se los tragó la tierra.
Después de tanto espanto,
¿Habrá alguno que crea
Que de allí a poco rato
La tímida caterva,
Olvidando el peligro,
Al riesgo se presenta?
Cosa extraña parece
Mas no se admiren de ella.
¿Acaso los humanos
Hacen de otra manera?


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sábado, 23 de abril de 2016

El cazador y la perdiz - Félix María Samaniego



Una Perdiz en celo reclamada
Vino a ser en la red aprisionada.
Al Cazador la mísera decía:
«Si me das libertad, en este día
Te he de proporcionar un gran consuelo.
Por ese campo extenderé mi vuelo;
Juntaré a mis amigas en bandadas,
Que guiaré a tus redes, engañadas,
Y tendrás, sin costarte dos ochavos,
Doce perdices como doce pavos.»
«¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el Cazador; pues no, señora;
Muere, y paga la pena de traidora.»

La Perdiz fue bien muerta; no es dudable.
La traición, aun soñada, es detestable.


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viernes, 22 de abril de 2016

El cazador y el perro - Félix María Samaniego,



Mustafá, perro viejo,
lebrel en montería ejercitado,
y de antiguas heridas señalado
a colmillo y a cuerno su pellejo,
seguía a un jabalí sin esperanza
de poderlo alcanzar; pero, no obstante
aguzándolo su amo a cada instante,
a duras penas Mustafá lo alcanza.
El cerdoso valiente
no escuchaba recados a la oreja;
y así su resistencia no le deja
cebar al perro su cansado diente;
con airado colmillo lo rechaza,
y bufando se marcha victorioso.
El cazador, furioso,
reniega del lebrel y de su raza.
«Viejo estoy, le responde, ya lo veo:
Mas di: ¿sin Mustafá cuando tuvieras
las pieles y cabezas de las fieras
en tu casa, de abrigo y de trofeo?
»Miras a lo que soy, no a lo que he sido.
¡Oh, suerte desgraciada!
Presente tienes mi vejez cansada,
mis robustos años en olvido.

Mas, ¿para qué me mato,
si no he de conseguir cosa ninguna?
Es ladrar a la luna
el alegar servicios al ingrato.


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jueves, 21 de abril de 2016

El carretero y Hércules - Félix María Samaniego



En un atolladero
El carro se atascó de Juan Regaña;
Él a nada se mueve ni se amaña,
Pero jura muy bien: gran Carretero.
A Hércules invocó; y el dios le dice:
«Aligera la carga; ceja un tanto;
Quita ahora ese canto;
¿Está?» «Sí, le responde, ya lo hice.»
«Pues enarbola el látigo, y con eso
Puedes ya caminar.» De esta manera,
Arreando a la Mohina y la Roncera,
Salió Juan con su carro del suceso.

Si haces lo que estuviere de tu parte
Pide al cielo favor: ha de ayudarte.


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miércoles, 20 de abril de 2016

La cigarra y la hormiga - Jean de la Fontaine



La cigarra después de cantar todo el verano se hallo sin vituallas cuando comenzó a soplar el cierzo: ¡Ni una ración fiambre de mosca o de gusanillo!

Hambrienta, fue a lloriquear en la vecindad, a casa de la hormiga pidiendo que le prestase algo de grano para mantenerse hasta la cosecha.”Os lo pagare con las setenas, le decía, antes de que venga el mes de Agosto.” La hormiga no es prestamista: ese es su menor defecto.- ¿Qué hacías en el buen tiempo?- preguntó a la pedigüeña.-No os quisiera enojaros, contestole; pero la verdad es que pasaba cantando día y noche.- ¡Bien me parece! Pues mira: así como entonces cantabas, baila ahora-.


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martes, 19 de abril de 2016

El cuervo y el zorro - Jean de la Fontaine,



Estaba un señor Cuervo posado en un árbol, y tenia en el pico un queso. Atraído por el tufillo, el señor Zorro le habló en estos o parecidos términos:” ¡Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y hermoso sois en verdad! Si el canto corresponde a la pluma, os digo que entre los huéspedes de este bosque sois vos el ave fénix”

Al opio esto el cuervo no cabía en la piel de gozo, y para hacer alarde de su magnifica voz, abrió el pico, dejando caer la presa. Agarróla el zorro y le dijo: “Aprended, señor mío, que el adulador vive siempre a costas del que le atiende: la lección es provechosa; bien vale un queso”.

El cuervo, avergonzado y, mohino, juro aunque algo tarde, que no caería más en el garlito.


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lunes, 18 de abril de 2016

La rana que quiso hincharse como un buey - Jean de la Fontaine,



Vio cierta rana a un buey, y le pareció bien su corpulencia. La pobre no era mayor que un huevo de gallina, y quiso, envidiosa, hincharse hasta igualar en tamaño al fornido animal.

"Mirad, hermanas, decía a sus compañeras;¿es bastante?¿No soy aún tan grande como él?-No-¿?Y ahora-Tampoco-¡Ya lo logre!-¡Aún estas muy lejos!"

Y el bichuelo infeliz hinchóse tanto, que reventó.

Lleno está el mundo de gentes que no son más avisadas. Cualquier ciudadano de la medianía se da ínfulas de gran señor. No hay principillo que no tenga embajadores. Ni encontraréis marques alguno que no lleve en pos tropa de pajes.


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domingo, 17 de abril de 2016

Los dos mulos - Jean de la Fontaine



Andaban dos mulos, anda que andarás. Iba el no cargado de avena; llevaba el otro la caja del recaudo. Envanecido éste de tan preciosa carga, por nada del mundo quería que le aliviasen de ella. Caminaba con paso firme, haciendo sonar los cascabeles. En esto presenta el enemigo, y como lo que buscaba era el dinero, un pelotón se hecho sobre el mulo, cogiolo del freno y lo detuvo. 

El animal, al defenderse, fue acribillado y el pobre gemía y suspiraba. ¿Esto es, exclamó, lo que me prometieron? El mulo que me sigue escapa al peligro; ¡yo caigo en él y perezco!"-Amigo dijole el otro; no siempre es una ganga tener un buen empleo: si hubieras servido ,como yo, a un molinero patán, no te verías tan apurado."



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sábado, 16 de abril de 2016

El lobo y el perro - Jean de la Fontaine,



Era un lobo, y estaba tan flaco, que no tenía más que piel y huesos: tan vigilantes andaban los perros de ganado. Encontró a un Mastín, rollizo y lustroso, que se había extraviad. Acometerlo y destrozarlo, cosa es que hubiese hecho de buen grado el señor lobo; pero había que emprender singular batalla, y el enemigo tenía trazas de defenderse bien.

El lobo se le acerca con la mayor cortesía, entabla conversación con él, y le felicita por sus buenas carnes.

“No estáis tan lucido como yo porque no queréis, contesta el perro: dejad el bosque; los vuestros que en el se guarecen son unos desdichados, muertos siempre de hambre ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la aventura! ¡Siempre al atisbo de lo que caiga! Seguidme y tendréis mejor vida” Contesto el lobo y “¿Y que tendré que hacer-Casi nada, repuso el Perro :acometer a los pordioseros y a los que llevan bastón o garrote ; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan poco como es esto, tendréis por gajes una buena pitanza, las sobras de todas las comidas, huesos de pollos y pichones; y algunas caricias por añadidura.”

El lobo, que tal oye, se forja un porvenir de gloria, que hace llorar de gozo.
Camino haciendo, advirtió que el Perro tenía en el cuello una peladura. “¿Qué es eso? pregúntale –Nada.- ¡Como nada!-Poca cosa.-Algo será. –Será la señal del collar a que estoy atado.- ¡Atado! Exclamó el lobo: pues ¿qué? ¿No vais y venís a donde queréis? –No siempre, pero eso ¿Qué importa? –Importa tanto, que renuncio a vuestra pitanza, y renunciaría a ese precio al mayor tesoro” Dijo, y hecho a correr. Aún está corriendo.


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viernes, 15 de abril de 2016

La ternera, la cabra y la oveja, en compañía del león - Jean de la Fontaine,



La ternera, la cabra y la oveja, hicieron compañía en tiempos de antaño, con un fiero león, señor de aquella comarca, poniendo en común pérdidas y ganancias.

Cayó un ciervo en los lazos de la cabra, y al punto envió la res a sus socios. Presentáronse éstos, y el León sacó sus cuentas."Somos cuatro para el reparto," dijo, despedazando a cuartos el ciervo y hechas partes, tomó para mi la primera, como rey y señor. "No hay duda, dijo, en que debe ser para mí, porque me llamo León. La segunda me corresponde también de derecho: ya sabéis cual derecho, el del más fuerte. Por ser más valeroso, exijo la tercera. Y si alguno de vosotros toca la cuarta, en mis garras morirá."




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jueves, 14 de abril de 2016

Las alforjas - Jean de la Fontaine



Dijo un día Júpiter "Comparezcan a los pies de mi trono los seres todos que pueblan el mundo. Si en su naturaleza, encuentran alguna falta, díganlo sin empacho: yo pondré remedio. Venid, señor mono, hablad el primero; razón tenéis para este privilegio. Ved los demás animales; comparad sus perfecciones con las nuestras. : ¿Estáis contento?-¿Por qué no? ¿No tengo cuatro pies, lo mismo que los demás? No puedo quejarme de mi estampa; no soy como el oso, y creyeron todos que iban a oír largas lamentaciones. Nada de eso; se alabo mucho de su buena figura; y se extendió en comentarios sobre el elefante, diciendo que no seria malo alargarle la cola y recortarle las orejas; y que tenía un corpachón informe y feo.

El elefante, a su vez, a pesar de la fama que goza de sesudo, dijo cosas parecidas :opinó que la señora ballena era demasiado corpulenta .La hormiga , por lo contrario, tacho al pulgón de diminuto.

Júpiter, al ver como se criticaban unos a otros, los despidió a todos, satisfecho de ellos. Peo entre los más desjuiciados, se dio a conocer nuestra humana especie. Linces para atisbar los flacos de nuestros semejantes; topos para los nuestros, nos lo dispensamos todo, y a los demás nada. El hacedor supremo nos dio a todos los hombres, tanto a los de antaño como a los de ogaño, un par de alforjas: la de atrás para los defectos propios, la de delante para los ajenos.

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