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domingo, 31 de enero de 2016

Las mujeres y el secreto - Jean de la Fontaine



Nada pesa tanto como un secreto: es una carga que abruma al sexo débil: y, en esto, conozco a muchos hombres que son mujeres también. “¡Santos Cielos! ¿Qué es esto? ¡No puedo más! ¡Voy a reventar! ¡Ay! ¡He puesto un huevo!

-¿Un huevo?

-Sí, ahí lo tienes: aún esta caliente. No lo digas a nadie: me llamarían gallina.”

La mujer, ignorante en esta y otras muchas cosas, lo creyó, y puso a todos los dioses por testigos de la solemne promesa que hizo de callarse; pero los juramentos se desvanecieron justamente con las tinieblas nocturnas. Apenas rayó el día, dejó el lecho la indiscreta esposa, y corrió a buscar a la vecina:

“¡Ah, comadre! le dijo, ¡Si supieras lo que pasa! No me descubráis, porque lo pagaría yo: mi marido ha puesto un huevo tan grueso como el puño. ¡Por Dios guardad bien el secreto!

-¿Os burláis? Contesto la comadre: no sabéis quién soy yo. Id descansada.”

Y volvió satisfecha a su casa la habladora.

Ardía la otra en deseos de esparcir la novedad, y en seguida corrió a contarla de casa en casa; pero en lugar de un huevo, dijo tres. Y no quedaron en tres, porque otra comadre, habló de cuatro, refiriendo al caso oído, precaución excusada, porque ya no era un secreto para nadie. Y gracias a la pública voz y fama, fue creciendo el número de los huevos, y antes de acabar el día, eran ya más de ciento.


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sábado, 30 de enero de 2016

El perro que lleva la comida de su amo - Jean de la Fontaine



Nadie tiene los ojos exentos de la tentación de la hermosura, ni libres las manos de la del oro: pocos son los que guardan un tesoro con bastante fidelidad.

Llevaba un perro a casa la comida del amo, colgada al cuello. Era sobrio y frugal, más de lo que hubiese querido cuando veía una buena tajada; pero, al fin y al cabo lo era. ¿No estamos todos sujetos a esas debilidades? ¡Extraña contradicción! La frugalidad, que enseñamos a los perros, no la pueden aprender los hombres.

Quedamos, pues, en que aquel perro era de condición. El caso fue que pasó un mastín, y probó a quitarle los manjares. No lo consiguió tan fácilmente como creía: nuestro perro dejó en tierra la presa para defenderla mejor, libre de la carga, y comenzó la batalla. Acudieron otros perros, entre ellos algunos de esos que viven sobre el país y hacen poco caso de los golpes. No podía contra todos el pobre can, y viendo la pitanza en inminente riesgo, quiso obtener su parte, como era de razón. “¡Basta de pelea! Les dijo: no quiero más que mi ración; para vosotros lo demás.” Y así diciendo, hinca el diente, antes que nadie. Y cada cual tira por su parte, a quien mejor: y todos participaron de la merienda.

Veo en este caso el vivo ejemplo de una ciudad cuya hacienda está a merced de todos. Regidores, síndicos y alcabaleros, meten la mano hasta el codo. El más listo abre el ojo a los demás, y en un periquete quedan limpias las arcas. Si algún escrupuloso quiere defender el público caudal con frívolas razones, le hacen ver que es un solemne bobo. No le cuesta mucho convencerse, y al punto le veis meter la uña como el primero.


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viernes, 29 de enero de 2016

El chistoso y los pescados - Jean de la Fontaine



Muchos buscan a los chistosos; yo huyo de ellos. El chiste es un arte que requiere, más que de otro alguno, merito superior: a los dicharacheros los hizo Dios para divertir a los tontos. Introduciré uno de ellos en esta fábula: veremos si logro mi objetivo.

Un chistoso sentábase a la mesa de un rico banquero; y no tenia a su alcance más que menudos pescadillos; los grandes estaban algo lejos. Tomó, pues de los pequeños, e hizo como que les hablaba al oído y atendía a su respuesta. Chocó aquella pantomima a los comensales, y el chistoso con gran prosopopeya, dijo que estaba con cuidado por un amigo suyo que había partido para las Indias hacia ya un año, y temía que hubiese naufragado. 

Eso era lo que preguntaba a aquellos pececillos; y decíanle todos que no tenían bastante edad para darle razón; los peces viejos estarían más enterados. ¿Me permitiréis que interrogue a uno de ellos?- Yo no se si cayo en gracia su ocurrencia; lo que sé es que se hizo servir un monstruo marino, capaz de darle cuenta de todos los náufragos del océano de cien años a esta parte.


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jueves, 28 de enero de 2016

El ratón y la ostra - Jean de la Fontaine



Un ratón. Nacido en el campo, y ligero de cascos, se cansó pronto de los domésticos lares. Dejó, pues, el bancal paterno, el grano y las gavillas, y marcho a correr el mundo.

Así que estuvo fuera de su madriguera, “¡Que espaciosas es la tierra! Exclamó: ¡he ahí los Apeninos! ¡He allá el Cáucaso!” Cualquier montoncillo de topera era para el un Himalaya. Al cabo de unos días llego el viajero a una playa donde las olas habían dejado a seco algunas ostras, y nuestro ratón creyó que eran buques de alto bordo. “¡En verdad que mi padre era un pobre señor! Pensaba. No se atrevía a viajar, temeroso de todo. ¡Cuan otro yo! He visto ya el imperio de Neptuno y he cruzado los áridos desiertos de la Libia.” De una rata erudita había aprendido todo esto, y lo aplicaba como Dios le daba a entender, porque no era de aquellos ratones que a fuerza de roer libros se hacen sabios.

Entre aquellas ostras, cerradas casi todas, había una abierta: bostezando al sol, respiraba la fresca brisa, blanca, tierna, jugosa, y a juzgar por las trazas, sabrosísima. Así que distinguió el Ratón aquella Ostra viva y palpitante, “¿Qué veo? Exclamó: vitualla parece, y si no engaña la apariencia, es bocado exquisito que se me presenta, como no lo probé jamás.” El inexperto animal, gozoso y esperanzado, acércase al marisco, alarga el cuello, y se siente cogido en una trampa: la ostra se había cerrado. Esas son las consecuencias de la ignorancia.

Más de una lección encierra esta fabula: vemos, en primer lugar, cómo les sorprende todo a los que no tienen conocimiento del mundo, y vemos también que, a veces a quien cree apuntar mejor, le sale el tiro por la culata.


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miércoles, 27 de enero de 2016

El oso y el floricultor - Jean de la Fontaine


Un oso selvático relegado por su picara suerte a un bosque desierto, vivía, nuevo Belerofonte, a solas y escondido. Volviese loco, porque no hay cosa que trastorne la mollera más que el aislamiento. Hablar es bueno; callar, aún es mejor; pero una y otra cosa llevadas al extremo, son igualmente dañinas. No aparecía bicho viviente en los lugares habitados por el Oso, y al fin, Oso como era, se aburrió, sin embargo, de aquella triste vida. Mientras se entregaba al tedio, se fastidiaba también soberanamente un viejo que vivía en las cercanías. Gustaba de los jardines: era sacerdote de Flora, y a la vez de Pomona. Buenas aficiones son; mas, para completarlas, hace falta algún amigo: los jardines no dicen nada, a no ser en mis fábulas. Cansado de vivir con mudos, nuestro hombre salió de casa una mañana, resuelto a buscar compañía.
 Con el mismo objeto había bajado el oso de sus cerros; y en un recodo del camino encontráronse entrambos. Entrole miedo al viejo; pero ¿Cómo evitar el encuentro? ¿Qué hacer? Lo mejor en estos casos es echarla de valiente. Disimuló, pues. El Oso, que nunca pecó de cortés, le dijo: “¡Hombre, ven a verme; hazme una visita!” El viejo dijote a su vez: “Señor, allí tenéis mi casa. Si os dignáis honrarla, os ofreceré un humilde refrigerio. Tengo frutas , tengo leche: no será propio este obsequio de su excelencia el señor Oso; pero ofrezco lo que tengo.”
Acepto el huésped de las selvas y marcharon juntos.

Antes de llegar a casa, ya eran buenos amigos; una vez en ella, encontráronse en sus glorias, y fueron excelentes camaradas. Dicen que más vale estar solo que en compañía de un necio; pero, como el oso no decía cuatro palabras en toda la jornada, no le servia de estorbo al floricultor para sus faenas. Iba al monte y traía buena caza, y aun le prestaba al compañero mejor servicio: cuando éste dormía, le espantaba las moscas. En cierta ocasión en que el viejo estaba profundamente dormido, se le paró uno de esos incomodo volátiles en la punta de la nariz. El oso la espantaba; ella volvía, y ya estaba exasperado el velludo animal. “Verás como te atrapo” dijo en sus adentros; cogió un peñón, lo arrojo con toda su fuerza, y aplastó la mosca, sí pero quebrándole los cascos al camarada.

Nada hay peor que un amigo torpe; vale más un enemigo avisado.


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martes, 26 de enero de 2016

Los dos amigos - Jean de la Fontaine



Allá, muy lejos en Monomotapa, había dos amigos verdaderos. Todo lo que poseían era común entre ellos. Esos son amigos; no los de nuestro país.

Una noche que ambos descansaban, aprovechando la ausencia del sol, uno de ellos se levanta de la cama todo azorado; corre a casa de su compañero, llama a los criados: Morfeo reinaba en aquella mansión. El amigo dormido despierta sobresaltado, toma la bolsa, toma las armas, y sale en busca del otro. “¿Qué pasa? Le pregunta: no acostumbráis a ir por el mundo a estas horas; empleáis mejor el tiempo destinado al sueño. ¿Habéis perdido al juego vuestro caudal? Aquí tenéis oro. ¿Tenéis algún lance pendiente? Llevo la espada, vamos. ¿Os cansáis de dormir solo? A mi lado tengo una esclava muy hermosa: la llamare, si queréis.- No contestó el amigo; no es nada de eso. Soñaba os veía, y me pareció que estabais algo triste. 

Temí que fuese verdad, y vine corriendo. Ese pícaro sueño tiene la culpa.”¿Cuál de estos dos amigos era más amigo del otro? He ahí una cuestión que vale la pena dilucidarla. ¡Oh, que gran cosa es un buen amigo! Investiga vuestras necesidades y os ahorra la vergüenza de revelárselas: un ensueño, un presagio, una ilusión: todo lo asusta, si se trata de la persona querida.


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lunes, 25 de enero de 2016

Las exequias de la leona - Jean de la Fontaine



Murió la esposa del León: todos acudieron para cumplir con el príncipe, abrumándolo con esas frases huecas de consuelo, que son un recargo al dolor. Diose aviso a todo el reino de que tal día y en tal punto se celebrarían las exequias de: sus chambelanes y prebostes estarían allí para disponer la ceremonia y colocar la gente. Nadie faltó. Entregase el príncipe a los extremos de su aflicción, y resonaron en el antro real sus alaridos. No tienen otro templo los leones. Al compás de los lamentos del monarca, lamentáronse todos los cortesanos, cada cual en su jerga y algarabía.

¿Queréis que os defina la corte? Es un país donde la gente, gozosa o afligida, a todo dispuesta, a todo indiferente, es lo que quiere el príncipe que sea, y si no lo es, procura aparentarlo. Pueblo-camaleón, pueblo-mono, copiando siempre a su amo y señor. Mil cuerpos hay, y parece que no tengan más que un alma. Allí si que puede decirse que los hombres no son más que maquinas.

Para volver a nuestro cuento, el ciervo no lloró. ¿Cómo había de llorar, si aquella muerte vengaba sus agravios? La leona había estrangulado a su esposa y a sus hijos. No lloro, pues. Un adulador fue a decírselo a Su Majestad, y añadió que le había visto sonreír. La cólera de un rey es terrible, como dice Salomón., y si el rey se llama León, aún lo es más. Pero aquel ciervo no había leído la Biblia. El monarca le dijo: “¡Cobarde huésped de la espesura, tú ríes! ¡Tú ríes, ajeno a todos esos lamentos! No me dignaré hincar en tus profanos miembros mis garras sacrosantas. Venid, Lobos; vengad a la reina. Inmolad ese traidor a sus augustos manes.” El ciervo contestó: “Señor, paso la hora de las lagrimas: el dolor es ya inútil. Vuestra digna cónyuge se me ha aparecido recostada entre flores, muy cerca de este lugar. Al punto la reconocí. Amigo, me dijo, guárdate bien de llorar cuando me abren los dioses su morada. En los Campos Eliseos he disfrutado los supremos goces conversando con los bienaventurados como yo. En cuanto al rey, déjale sumido por algún tiempo en su desesperación.” Apenas oyeron esto, gritaron todos: “¡Milagro! ¡Apoteosis!” Y el ciervo tuvo, en vez de castigo, rico presente.

Divertid a los reyes con ensueños y fantasías; aduladlos con mentiras halagüeñas; por muy indignados que estén, tragaran el anzuelo, y seréis su favorito.


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domingo, 24 de enero de 2016

Los dos pichones - Jean de la Fontaine,



Queríanse tiernamente dos pichones, pero el uno de ellos se aburría de casa, y tuvo la insensata ocurrencia de hacer un largo viaje. Díjole el compañero: “¿Qué vas a hacer? ¿Quieres dejar a tu hermano? La ausencia es el mayor de los males; pero no lo es sin duda para ti, a no ser que los trabajos, los peligros y las molestias del viaje te hagan cambiar de propósito. ¡Si estuviera más adelantada la estación!” Aguarda las brisas primaverales: ¿Qué prisa tienes? Ahora mismo un cuervo pronostica desgraciaba desgracias a alguna ave desventurada. Si marchas, estaré siempre pensando en funestos encuentros, en halcones y en redes. Está lloviendo diré; ¿Tendrá mi hermano buen albergue y buena cena?”

Este discurso movió el corazón de nuestro imprudente viajero; pero el afán de ver y el espíritu aventurero prevalecieron por fin. “No llores, dijo; con tres días de viaje quedaré satisfecho. Volveré en seguida a contarte, punto por punto, mis aventuras y te divertiré con mi relato. Quien nada ha visto, de nada puede hablar. Ya veras como te agrada la narración de mi viaje. Te diré: Estuve allí y me pasó tal cosa. Te parecerá, al oírme, que has estado tú también.”

Así hablaron y se despidieron llorando. Alejose el viajero, y al poco rato un chubasco le obligó a buscar abrigo. No encontró más que un árbol, y de tan menguado follaje, que el pobre pichón quedó calado hasta los huesos. Cuando pasó la borrasca, enjugase como pudo, y divisó en un campo inmediato granos de trigo esparcidos por el suelo y junto a ellos otro pichón. Avivósele el apetito, acercase y quedo preso; el trigo era cebo de traidoras redes. Eran éstas viejas y estaban tan gastadas, que trabajando con las alas, el pico y las patas, pudo romperlas el cautivo, dejando en aquellas algunas plumas; pero lo peor del caso fue que un buitre, de rapaces garras, vio a nuestro pobre volátil, que arrastrando la destrozada red parecía un forzado que huía del presidio. 

Arrojábase ya el buitre sobre él, cuando súbitamente cayo desde las nubes un águila con las alas extendidas. Prevaliese el pichón del conflicto entre aquellos dos bandoleros, echó a volar y se refugio en un granja, pensando que allí acabarían sus desventuras. Pero un maligno muchachuelo (esta edad no tiene entrañas), hizo voltear la honda, y de una pedrada dejo medio muerto al desdichado, que maldiciendo su curiosidad, arrastrando las alas y los pies, dirigiose cojeando y sin aliento hacia el palomar, a donde llegó al fin como pudo sin nuevos contratiempos. Juntos al cabo los dos camaradas, queda a juicio del lector considerar cuán grande fue su alegría después de tantos trabajos.

Amantes, afortunados amantes, ¿queréis viajar? No os alejéis mucho; sed el uno para el otro un mundo siempre hermoso, siempre distinto siempre nuevo. Sed el uno el todo del otro, y no hagáis caso de lo demás. También yo amé alguna vez, y no hubiera cambiado entonces por el Louvre y sus tesoros, por el firmamento y su celeste bóveda, los campestres lugares dignificados por los pasos y alumbrados por los ojos de la joven y adorable zagala a quien me subyugaba el hijo de Citerea, y a quien consagré mis primeros juramentos. ¡Ay! ¿Cuándo volverán tan dulces horas? ¿Es posible que tantos objetos bellos y encantadores me dejen vivir a merced de mi alma inquieta? ¿No podrá inflamarse de nuevo mi corazón? ¿Habrá pasado ya para mi el tiempo de amar?


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sábado, 23 de enero de 2016

El colegial, el pedante y el dueño de un jardín - Jean de la Fontaine



Un muchacho que trascendía, a colegio, hasta el punto de apestar, pícaro a la vez y necio, por los pocos años y por la pedantería adquirida en las aulas, merodeaba en el huerto de un vecino suyo. Tenía este vecino los más exquisitos dones que ofrece Pomona al hombre. 

Cada estación le ofrecía su tributo, pues así como exquisitas frutas en otoño, lograba en primavera las flores más preciosas. Fue un día a este jardín nuestro escolar, y encaramándose sin miramientos a un árbol frutal, maltrataba y destruía hasta los tiernos capullos, dulce esperanza y promesa de la futura cosecha. Hasta desgajó algunas ramas, tal destrozo hizo, que el dueño del jardín se quejo al profesor.

 Vino éste con largo sequito de chicuelos, y se lleno el jardín de multitud de arrapiezos, peores que el primero. El Dómine pedante aumentó sin necesidad el mal llevando aquella chiquillería mal educada, con el propósito, según dijo de hacer un escarmiento que fuese ejemplar, sirviendo de inolvidable lección a todos sus alumnos. 

Extendiese sobre este tema, citando a Virgilio y Cicerón, y alegando razones muy científicas. La perorata fue larga, tan larga que la maldita ralea tuvo tiempo para devastar el jardín por todas partes.

Aborrezco los discursos largos e inoportunos. No conozco bicho más temible que el colegial, como no sea el pedante. No quisiera por vecino ni al uno, ni al otro.


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viernes, 22 de enero de 2016

El ratón metamorfoseado en doncella - Jean de la Fontaine



Cayó un ratón del pico de una lechuza: yo no lo hubiese recogido; recogiolo un brahmán: no lo dificulto, porque cada país tiene usos diferentes. El ratón estaba muy magullado. De esta especie de prójimos nos cuidamos poco nosotros; pero los brahmanes los tratan como hermanos. Tienen como artículo de fe que el alma humana, al salir del cuerpo de un monarca, entra en el de un pulgón, o cualquier otro animalejo, según dispone la suerte.

De ellos tomó Pitágoras este dogma. Con tal creencia pareciole bien al brahmán rogar a un hechicero que alojase el alma del ratón en alguno de los cuerpos que hubiera habitado ya en tiempos de antaño. Convirtiola el hechicero en doncella de quince abriles, tan hermosa y gentil, que el hijo de Príamo hubiera acometido por ella mayores hazañas que por la famosa Helena.

Sorprendido quedó el brahmán de tal novedad, y dijo a la hermosa: “No tenéis más que elegir; todos ambicionan el honor de ser vuestro esposo.- En este caso, contesto la doncella, me decido por el más poderoso de todos.-¡Oh Sol! Exclamó el brahmán cayendo de rodillas; ¡tú serás el yerno mió!-No, dijo el sol. Ese espeso nubarrón es más poderoso que yo, pues oculta mis rayos; dirigíos a el.-Pues bien, dijo el brahmán a la voladora nube: ¿Has nacido tú para mi hija?-No por cierto, porque el viento me arrastra, a su capricho, de una parte a otra: no quiero usurpar sus derechos- El brahmán, irritado, gritó: “¡Oh viento! Ven tú pues, a los brazos de la hermosa.” Acudía el viento, pero una montaña lo detuvo.

Llegada a su mano la pelota, hízola volar de nuevo, diciendo: “No quiero tener cuestiones con el ratón: haría mal en agraviarlo, a él, que me puede horadar.”” Al nombrar al ratón, la doncella, abrió los oídos: el ratón fue su marido. ¿Un ratón? Sí, señores, un ratón. Golpes son estos muy frecuentes del caprichoso amor; buenos testigos Fulana y Mengana: dicho sea esto entre nosotros.

Conservamos siempre algo del lugar de donde procedeos: pruébalo bastante bien esta fábula; pero, examinándola atentos, encontramos en ella algo de sofístico: ¿Por qué hay marido que no sea preferible al sol, si discurrimos de ese modo? ¿Sostendremos que un gigante es menos fuerte que una pulga? No, y sin embargo, la pulga le pica.

El ratón, para continuar el argumento, debía enviar la doncella al gato, l gato al perro, el perro al lobo; y por medio de esta argumentación circular, el indiano Pilpay, autor de la fabula, se hubiera remontado de nuevo hasta el sol; el sol hubiera sido el esposo de aquella beldad. Volvamos, si podemos, a la metensicosis: lo que hizo el hechicero a ruegos del brahmán, lejos de comprobarla, patentiza su falsedad.

Porque exige su sistema que el hombre, el ratón, el gusanillo, todos los seres, vayan a tomar su alma en un acervo común: todas las almas deben ser, pues, de igual naturaleza; pero, actuando de diverso modo, según la diversidad de los órganos, las unas se elevan, y las otras degeneran. ¿Cómo se explica, pues, que un cuerpo tan bien organizado, como el de la hermosa doncella, no pudiera inducir al alma a unirse al astro del día, y se inclinara a un mísero ratón? Todo bien pesado, el alma de los ratones es muy distinta del alma de las doncellas: hay que volver al destino de cada cual, es decir, a la ley dictada por Dios. Apelad al diablo, recurrid a la magia. No apartaréis a ningún ser de su fin natural.


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jueves, 21 de enero de 2016

El escultor y la estatua de Júpiter - Jean de la Fontaine


Gustole tanto a un escultor un magnifico bloque de mármol, que al punto lo compró “¿En qué convertirá este mármol mi cincel? Se preguntó. ¿Haré de el un Dios, una mesa o una cubeta? Dios será, y ha de esgrimir con la diestra el rayo: ¡Temblad mortales y dirigidle vuestras suplicas! ¡Ahí tenéis al señor del universo!”

Supo dar tan propia expresión al ídolo, que la gente no echaba de menos en aquella imagen de Júpiter más que el habla, y hasta se cuenta que el artífice, cuando la vio terminada, fue el primero que tembló, asustado de su misma obra.

No fue menor en otros tiempos la flaqueza de los poetas, que temieron la ira, y la cólera de divinidades por ellos mismos inventadas. Hacían en esto como los niños, a quienes preocupa continuamente el miedo de que se irriten y disgusten sus muñecos.

Sigue fácilmente el sentimiento a la imaginación, y de esta fuente brotó el error del paganismo, extendido en tantas naciones. Sedúcennos las propias quimeras: Pigmalión convirtiese en amante de la imagen que el mismo fabricara.

Convierte el hombre en realidad, hasta donde le es posible, sus imaginarios sueños; su alma es de hielo para la verdad y de fuego para la mentira.


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miércoles, 20 de enero de 2016

Los gallos y la perdiz - Esopo



Un hombre que tenía dos gallos, compró una perdiz doméstica y la llevo al corral junto con ellos para alimentarla. Pero estos la atacaban y la perseguían, y la perdiz, pensando que lo hacían por ser de distinta especie, se sentía humillada.

Pero días más tarde vio cómo los gallos se peleaban entre ellos, y que cada vez que se separaban, estaban cubiertos de sangre. Entonces se dijo a sí misma:

-- Ya no me quejo de que los gallos me maltraten, pues he visto que ni aun entre ellos mismos están en paz.

Moraleja:

Si llegas a una comunidad donde los vecinos no viven en paz, ten por seguro que tampoco te dejaran vivir en paz a ti.


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martes, 19 de enero de 2016

El gallo y la comadreja - Esopo



Una comadreja atrapó a un gallo y quiso tener una razón plausible para comérselo.

La primera acusación fue la de importunar a los hombres y de impedirles dormir con sus molestos cantos por la noche. Se defendió el gallo diciendo que lo hacía para servirles, pues despertándolos, les recordaba que debían comenzar sus trabajos diarios.

Entonces la comadreja buscó una segunda acusación: que maltrataba a la Naturaleza por buscar como novias incluso a su madre y a sus hermanas. Repuso el gallo que con ello también favorecía a sus dueños, porque así las gallinas ponían más huevos.

Moraleja:

lunes, 18 de enero de 2016

El ruiseñor y la golondrina - Esopo



Invitó la golondrina a un ruiseñor a construir su nido como lo hacía ella, bajo el techo de las casas de los hombres, y a vivir con ellos como ya lo hacía ella.

Pero el ruiseñor repuso:

-- No quiero revivir el recuerdo de mis antiguos males, y por eso prefiero alojarme en lugares apartados.

Moraleja:

Los bienes y los males recibidos, siempre quedan atados a las circunstancias que los rodearon.


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domingo, 17 de enero de 2016

El ruiseñor y el gavilán - Esopo



Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras.

Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría Para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes.

El gavilán le repuso:

-- Necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a buscar a la que ni siquiera he visto.

Moraleja:

No dejemos los bienes que ya tenemos, por ilusiones que ni siquiera divisamos.


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sábado, 16 de enero de 2016

El cuervo enfermo - Esopo



Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:

-- Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.

La madre contestó:

-- ¿ Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿ Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?

Moraleja:

No te llenes innecesariamente de enemigos, pues en momentos de necesidad no encontrarás un solo amigo.


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viernes, 15 de enero de 2016

El cuervo y Hermes -Esopo



Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.

Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el Dios le dijo:

-¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Moraleja:

Si por nuestra voluntad faltamos a nuestra primera promesa, no tendremos oportunidad de que nos crean una segunda.



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