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domingo, 28 de abril de 2019

Los dos gorriones



—Llégame el comedero dijo a un Gorrión otro Gorrión muy maula.
—Pues ábreme primero —
contestó aquél—la puerta de la jaula.
—¿Y si al verle ya libre, en tu embeleso,
le vas sin darme de comer en pago?—
—¿Y quién me dice a mí—responde el preso,
—que me abrirás, si llenas el monago?—
Y en conclusión, por si ha de ser primero
llegar el comedero
o correr el alambre,
quedóse el enjaulado prisionero,
y el hambriento volvióse con el hambre.
¡Digno amigo, por Dios, de tal amigo!
Y ahora diréis, y bien, como yo digo:
/ Vaya, que son en ciertas ocasiones
lo mismo que los hombres los gorriones!



jueves, 18 de abril de 2019

El cuervo y el reptil



Hacia el nido de un Cuervo
sube un Reptil protervo
que, de otro manjar falto,
de huevos se apercibe;
mas al dar el asalto,
creyendo al Cuervo ausente, oyó : — ¿Quién vive?
—Perdone usted; no es nada
(dijo con voz turbada);
el hallarme soñando
mi indiscreción abone,
pues llegué aquí rodando;
mas desperté, y me vuelvo: usted perdone.
— ¡Hola, traidor vecino!
(dijo el Cuervo ladino),
¿cuando el sueño te priva,
sin costarte trabajo
te ruedas hacia arriba?
Pues a ver cómo ruedas hacia abajo. —
Y remontando el vuelo,
le suelta desde el cielo,
por más que ya difunto
el Reptil lo rehúsa,
y, plaf, reventó al punto.
¡Digno castigo de su necia excusa!



viernes, 12 de abril de 2019

El médico y el inválido



Un Inválido a un Médico decía:
—Si no corto esta pierna gangrenada,
¿podr é vivir, al parecer de usía?—
Y el Médico, dudando, respondía:
—Podrá ser por acaso, camarada.
—La duda—replicó —no me hace al caso.
Mas si la corto, ¿sabe si de fijo
podré vivir, aunque no dé ni un paso?—
Dudando siempre el Médico, le dijo:
—Podr á ser, camarada, por acaso.
—Pues si al cortarla ataco la existencia,
y el no cortarla es un dudoso medio,
a la cura pretiero la dolencia.— ,
Yo también prefiriera, en mi conciencia,
morir antes de! mal que de! remedio.



jueves, 4 de abril de 2019

El pastor y el navío



Del mar en la ribera
quejábase un pastor de esta manera:
—¡Oh, qué sordas que tiene a mis congojas
el cielo las orejas,
pues no me saca de zagal de ovejas,
patituertas las más, y algunas cojas!
¡Quién me diera, halagando mi albedn'o,
dirigir por ejemplo aquel Navio,
y a la playa arribar del indio o moro,
para volver con él cargado de oro!
¡Por amigos tuviera y por amigas
entonces a señora s y señores,
pese a cuantas ovejas y pastores
rumiaron hierbas o mascaron migas!
Mas ¡ay! la suerte fiera
me arrastra, sea invierno, sea verano,
desde el monte al redil, y de éste al llano;
y aunque oirías no quiera,
me hace escuchar las simples avecillas,
que por má s maravillas
que dicen que hacen los que de ellas cuentan,
cada vez que las oigo, me revientan. —
Así el Pastor decía,
cuando el bajel apenas se veía;
y su inlenso dolor llegaba a tanto,
que sus mejillas inundó de llanto.
Kra al morir el sol, según asienta
quien dijo que del ábrego la sañ a
removió aquella noche una tormenta
que ni la oyó el Pastor en su cabana.
Al otro día su manada entera •
condujo, como siempre, a la ribera,
y del mar acercándos e a la orilla,
vió aquí y allí fragmenlos de una quilla.
Buscando del naufragio indicios
halló al fin gavias, y despué s mesanas,
trinquetes desvelados, hombres muertos:
¡leves cimientos de esperanzas
Entonces se acordó de su navio,
y viendo fin tan triste,
— ¡Qué bien hiciste, oh Dios, qué bien hiciste
en coartarme—dijo—el albedríol —
Y sin ver que a los muertos hacía agravios,
una sonrisa se asomó a sus labios;
y escuchando las simples avecillas,
que hacían, según dijo, maravillas,
tradujo de sus plácidos gorjeos:
Modera fus cíeseos.
Aunque pierdas, llorando, fus encantos,
no halagues esperanzas indecisas;
cada muerfa esperanza brofa Uanfos;
cada llanfo vertido engendra risas.