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jueves, 30 de junio de 2016

El ratón de la corte y el del campo - .Félix María Samaniego



Un Ratón cortesano
Convidó con un modo muy urbano
A un Ratón campesino.
Diole gordo tocino,
Queso fresco de Holanda,
Y una despensa llena de vianda
Era su alojamiento,
Pues no pudiera haber un aposento
Tan magníficamente preparado,
Aunque fuese en Ratópolis buscado
Con el mayor esmero,
Para alojar a Roepan primero.
Sus sentidos allí se recreaban;
Las paredes y techos adornaban,
Entre mil ratonescas golosinas,
Salchichones, perniles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso!
De pernil en pernil, de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
Llega la Despensera.
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
Pierden el tino, mas al fin se escapan
Atropelladamente
Por cierto pasadizo abierto a diente.
«¡Esto tenemos! dijo el campesino;
Reniego yo del queso, del tocino
Y de quien busca gustos
Entre los sobresaltos y los sustos»
Volvióse a su campaña en el instante
Y estimó mucho más de allí adelante,
Sin zozobra, temor ni pesadumbres,
Su casita de tierra y sus legumbres.


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miércoles, 29 de junio de 2016

El raposo, la mujer y el gallo - Félix María Samaniego



Con la orejas gachas
Y la cola entre piernas,
Se llevaba un Raposo
Un Gallo de la aldea.
Muchas gracias al alba,
Que pudo ver la fiesta,
Al salir de su casa
Juana la madruguera.
Como una loca grita:
«Vecinos, que le lleva;
Que es el mío, vecinos.»
Oye el Gallo las quejas,
Y le dice al Raposo:
«Dila que no nos mienta,
Que soy tuyo y muy tuyo.»
Volviendo la cabeza,
La responde el Raposo:
«Oyes, gran embustera,
No es tuyo, sino mío;
Él mismo lo confiesa.»
Mientras esto decía,
El Gallo libre vuela,
Y en la copa de un árbol
Canta que se las pela.
El Raposo burlado
Huyó; ¡quién lo creyera!
Yo, pues a más de cuatro,
Muy zorros en sus tretas,
Por hablar a destiempo,
Los vi perder la presa.


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martes, 28 de junio de 2016

El raposo y el perro - Félix María Samaniego



De un modo muy afable y amistoso
El Mastín de un pastor con un Raposo
Se solía juntar algunos ratos,
Como tal vez los perros y los gatos
Con amistad se tratan. Cierto día
El Zorro a su compadre le decía:
«Estoy muy irritado;
Los hombres por el mundo han divulgado
Que mi raza inocente (¡qué injusticia!)
Les anda circumcirca en la malicia.
¡Ah maldita canalla!
Si yo pudiera...» En esto el Zorro calla,
Y erizado se agacha. «Soy perdido,
Dice, los cazadores he oído.
¿Qué me sucede?» «Nada.
No temas, le responde el camarada;
Son las gentes que pasan al mercado.
Mira, mira, cuitado,
Marchar haldas en cinta a mis vecinas,
Coronadas con cestas de gallinas.»
«No estoy, dijo el Raposo, para fiestas:
Vete con tus gallinas y tus cestas,
Y satiriza a otro. Porque sabes
Que robaron anoche algunas aves, 
¿He de ser yo el ladrón?» «En mi conciencia,
Que hablé, dijo el Mastín, con inocencia.
¿Yo pensar que has robado gallinero,
Cuando siempre te vi como un cordero?»
«¡Cordero! exclama el Zorro; no hay aguante.
Que cordero me vuelva en el instante,
Si he hurtado el que falta en tu majada.»
«¡Hola! concluye el Perro, Camarada,
El ladrón es usted, según se explica»
El estuche molar al punto aplica
Al mísero Raposo,
Para que así escarmiente el cosquilloso,
Que de las fabuliilas se resiente.
Si no estás inocente,
Dime, ¿por qué no bajas las orejas?
Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?


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lunes, 27 de junio de 2016

El raposo y el lobo - Félix María Samaniego,



Un triste Raposo
Por medio del llano
Marchaba sin piernas,
Cual otro soldado
Que perdió las suyas
Allá en Campo Santo.
Un Lobo le dijo:
«Hola, buen hermano,
Diga, ¿en qué refriega
Quedó tan lisiado?»
«¡Ay de mí! responde;
Un maldito rastro
Me llevó a una trampa,
Donde por milagro,
Dejando una pierna,
Salí con trabajo.
Después de algún tiempo
Iba yo cazando,
Y en la trampa misma
Dejé pierna y rabo.»
El Lobo le dice:
«Creíble es el caso.
Yo estoy tuerto, cojo
Y desorejado
Por ciertos mastines,
Guardas de un rebaño.
Soy de estas montañas
El Lobo decano;
Y como conozco
Las mañas de entrambos,
Temo que acabemos,
No digo enmendados,
Sino tú en la trampa,
Y yo en el rebaño.»

¡Que el ciego apetito
Pueda arrastrar tanto!
A los brutos pase.
¡Pero a los humanos!...


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domingo, 26 de junio de 2016

El raposo enfermo - Félix María Samaniego



El tiempo, que consume de hora
en hora Los fuertes murallones elevados,
Y lo mismo devora
Montes agigantados,
A un Raposo quitó de día en día
Dientes, fuerza, valor, salud; de suerte
Que él mismo conocía
Que se hallaba en las garras de la muerte.
Cercado de parientes y de amigos,
Dijo en trémula voz y lastimera:
«!Oh vosotros, testigos
De mi hora postrera,
Atentos escuchad un desengaño!
Mis ya pasadas culpas me atormentan,
Ahora, conjuradas en mi daño,
¿No veis cómo a mi lado se presentan?
Mirad, mirad los gansos inocentes
Con su sangre teñidos,
Y los pavos en partes diferentes,
Al furor de mis garras, divididos.
Apartad esas aves que aquí veo,
Y me piden sus pollos devorados:
Su infernal cacareo
Me tiene los oídos penetrados.»
Los raposos le afirman con tristeza,
No sin lamerse labios y narices:
«Tienes debilitada la cabeza;
Ni una pluma se ve de cuanto dices.
Y bien lo puedes creer, que si se viese...»
«¡Oh glotones! callad; ya, ya os entiendo,
El enfermo exclamó; ¡si yo pudiese
Corregir las costumbres cual pretendo!
¿No sentís que los gustos,
Si son contra la paz de la conciencia,
Se cambian en disgustos?
Tengo de esta verdad gran experiencia.
Expuestos a las trampas y a los perros,
Matáis y perseguís a todo trapo,
En la aldea gallinas, y en los cerros
Los inocentes lomos del gazapo.
Moderad, hijos míos, las pasiones;
Observad vida quieta y arreglada,
Y con buenas acciones
Ganaréis opinión muy estimada.»
«Aunque nos convirtamos en corderos,
Le respondió un oyente sentencioso,
Otros han de robar los gallineros
A costa de la fama del Raposo.
Jamás se cobra la opinión perdida:
Esto es lo uno. A más, ¿usted pretende
Que mudemos de vida?
Quien malas mañas ha... ya usted me entiende.»
«Sin embargo, hermanito, crea, crea...
El enfermo le dijo. Mas ¡qué siento!...
¿No oís que una gallina cacarea?
Esto sí que no es cuento.»
Adiós, sermón; escápase la gente.
El enfermo orador esfuerza el grito:
«¿Os vais, hermanos? Pues tened presente
Que no me haría daño algún pollito.»


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sábado, 25 de junio de 2016

El poeta y la rosa - Félix María Samaniego



Una fresca mañana,
En el florido campo
Un Poeta buscaba
Las delicias de mayo.
Al peso de las flores
Se inclinaban los ramos,
Como para ofrecerse
Al huésped solitario.
Una Rosa lozana,
Movida al aire blando,
Le llama, y él se acerca;
La toma, y dice ufano:
«Quiero, Rosa, que vayas
No más que por un rato
A que la hermosa Clori
Te reciba en su mano.
Mas no, no, pobrecita;
Que si vas a su lado,
Tendrás de su hermosura
Unos celos amargos.
Tu suave fragancia,
Tu color delicado,
El verdor de tus hojas
Y tus pimpollos caros
Entre estas florecillas
Pueden ser alabados;
Mas junto a Clori bella,
Es locura pensarlo.
Marchita, cabizbaja,
Te irías deshojando,
Hasta parar tu vida
En un desnudo cabo.»
La Rosa, que hasta entonces
No despegó sus labios,
Le dijo, resentida:
«Poeta chabacano,
Cuando a un héroe quieras
Coronar con el lauro,
Del jardín de sus hechos
Has de cortar los ramos.
Por labrar su corona,
No es justo que tus manos
Desnuden otras sienes
Que la virtud y el mérito adornaron.»


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viernes, 24 de junio de 2016

El pescador y el pez - Félix María Samaniego



Recoge un Pescador su red tendida,
Y saca un pececillo. «Por tu vida,
Exclamó el inocente prisionero,
Dame la libertad: sólo la quiero,
Mira que no te engaño,
Porque ahora soy ruín; dentro de un año
Sin duda lograrás el gran consuelo
De pescarme más grande que mi abuelo.
¡Qué! ¿te burlas? ¿te ríes de mi llanto?
Sólo por otro tanto
A un hermanito mío
Un Señor pescador lo tiró al río.»
«¿Por otro tanto al río? ¡qué manía!
Replicó el pescador: ¿pues no sabía
Que el refrán castellano
Dice: ¡Más vale pájaro en la mano...!
A sartén te condeno; que mi panza
No se llena jamás con la esperanza.»


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jueves, 23 de junio de 2016

El perro y el cocodrilo - Félix María Samaniego



Bebiendo un Perro en el Nilo,
Al mismo tiempo corría.
«Bebe quieto», le decía
Un taimado Cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
«Dañoso es beber y andar;
Pero ¿es sano el aguardar
A que me claves el diente?»

¡Oh qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
En esto de no seguir
Del enemigo el consejo.



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miércoles, 22 de junio de 2016

El pastor y el filósofo - Félix María Samaniego



De los confusos pueblos apartado,
Un anciano Pastor vivió en su choza,
En el feliz estado en que se goza
Existir ni envidioso ni envidiado.
No turbó con cuidados la riqueza
A su tranquila vida,
Ni la extremada mísera pobreza
Fue del dichoso anciano conocida.
Empleado en su labor gustosamente
Envejeció; sus canas, su experiencia
Y su virtud le hicieron, finalmente,
Respetable varón, hombre de ciencia.
Voló su grande fama por el mundo;
Y llevado de nueva tan extraña,
Acercóse un Filósofo profundo
A la humilde cabaña,
Y preguntó al Pastor: «Dime, ¿en qué escuela
Te hiciste sabio? ¿Acaso te ocupaste
Largas noches leyendo a la candela?
¿A Grecia y Roma sabias observaste?
¿Sócrates refinó tu entendimiento?
¿La ciencia de Platón has tú medido
O pesaste de Tulio el gran talento,
O tal vez, como Ulises, has corrido
Por ignorados pueblos y confusos
Observando costumbres, leyes y usos?»
«Ni las letras seguí, ni como Ulises
(Humildemente respondió el anciano),
Discurrí por incógnitos países.
Sé que el género humano
En la escuela del mundo lisonjero
Se instruye en el doblez y la patraña.
Con la ciencia que engaña
¿Quién podrá hacerse sabio verdadero?
Lo poco que yo sé me lo ha enseñado
Naturaleza en fáciles lecciones:
Un odio firme al vicio me ha inspirado,
Ejemplos de virtud da a mis acciones.
Aprendí de la abeja lo industrioso,
Y de la hormiga, que en guardar se afana,
A pensar en el día de mañana.
Mi mastín, el hermoso
Y fiel sin semejante,
De gratitud y lealtad constante
Es el mejor modelo,
Y si acierto a copiarle, me consuelo.
Si mi nupcial amor lecciones toma,
Las encuentra en la cándida paloma.
La gallina a sus pollos abrigando
Con sus piadosas alas como madre,
Y las sencillas aves aun volando,
Me prestan reglas para ser buen padre.
Sabia naturaleza, mi maestra,
Lo malo y lo ridículo me muestra
Para hacérmelo odioso.
Jamás hablo a las gentes
Con aire grave, tono jactancioso,
Pues saben los prudentes
Que, lejos de ser sabio el que así hable,
Será un búho solemne, despreciable.
Un hablar moderado,
Un silencio oportuno
En mis conversaciones he guardado.
El hablador molesto e importuno
Es digno de desprecio.
Quien escuche a la urraca será un necio.
A los que usan la fuerza y el engaño
Para el ajeno daño,
Y usurpan a los otros su derecho,
Los debe aborrecer un noble pecho.
Únanse con los lobos en la caza,
Con milanos y halcones,
Con la maldita serpentina raza,
Caterva de carnívoros ladrones.
Mas ¡qué dije! Los hombres tan malvados
Ni aún merecen tener esos aliados.
No hay dañino animal tan peligroso
Como el usurpador y el envidioso.
Por último, en el libro interminable
De la naturaleza yo medito;
En todo lo creado es admirable:
Del ente más sencillo y pequeñito
Una contemplación profunda alcanza
Los más preciosos frutos de enseñanza.»
«Tu virtud acredita, buen anciano
(El Filósofo exclama),
Tu ciencia verdadera y justa fama.
Vierte el género humano
En sus libros y escuelas sus errores;
En preceptos mejores
Nos da naturaleza su doctrina.
Así quien sus verdades examina
Con la meditación y la experiencia,
Llegará a conocer virtud y ciencia.»


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martes, 21 de junio de 2016

El pastor - Félix María Samaniego



Salido usaba tañer
La zampoña todo el año,
Y por oírle el rebaño,
Se olvidaba de pacer.
Mejor sería romper
La zampoña al tal Salicio;
Porque si causa perjuicio,
En lugar de utilidad,
La mayor habilidad,

En vez de virtud, es vicio.


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lunes, 20 de junio de 2016

El parto de los montes - Félix María Samaniego



Con varios ademanes horrorosos
Los montes de parir dieron señales;
Consintieron los hombres temerosos
Ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
Infundieron pavor a los mortales,
Estos montes, que al mundo estremecieron,
Un ratoncillo fue lo que parieron.

Hay autores que en voces misteriosas
Estilo fanfarrón y campanudo
Nos anuncian ideas portentosas;
Pero suele a menudo
Ser el gran parto de su pensamiento,
Después de tanto ruido sólo viento.



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domingo, 19 de junio de 2016

El pájaro herido de una flecha - Félix María Samaniego



Un Pájaro inocente,
Herido de una flecha
Guarnecida de acero
Y de plumas ligeras,
Decía en su lenguaje
Con amargas querellas:
«¡Oh crueles humanos!
Más crueles que fieras,
Con nuestras propias alas,
Que la naturaleza
Nos dio, sin otras armas
Para propia defensa,
Forjáis el instrumento
De la desdicha nuestra,
Haciendo que inocentes
Prestemos la materia.
Pero no, no es extraño
Que así bárbaros sean
Aquellos que en su ruina
Trabajan, y no cesan.
Los unos y otros fraguan
Armas para la guerra,
Y es dar contra sus vidas
Plumas para las flechas.»


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sábado, 18 de junio de 2016

El naufragio de Simónides - Félix María Samaniego



En tanto que tus vanas compañeras,
Cercadas de galanes seductores,
Escuchan placenteras
En la escuela de Venus los amores,
Elisa, retirada te contemplo
De la diosa Minerva al sacro templo.
Ni eres menos donosa,
Ni menos agraciada
Que Clori, ponderada
De gentil y de hermosa:
Pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
Huir en tu retiro los placeres?
¡Oh sabia, qué bien haces
En estimar en poco la hermosura,
Los placeres fugaces,
El bien que sólo dura
Como rosa que el ábrego marchita!
Tu prudencia infinita
Busca el sólido bien y permanente
En la virtud y ciencia solamente.
Cuando el tiempo implacable con presteza
O los males tal vez inopinados,
Se lleven la hermosura y gentileza,
Con lágrimas estériles llorados
Serán aquellos días que se fueron
Y a juegos vanos tus amigas dieron;
Pero a tu bien estable
No hay tiempo ni accidente que consuma:
Siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia, y en suma
Este bien de la ciencia no perece.
Oye cómo esta fábula lo explica,
Que mi respeto a tu virtud dedica.
Simónides en Asia se enriquece,
Cantando a justo precio los loores
De algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
De volver a su amada patria Ceo,
Se embarca, y en la mar embravecida
Fue la mísera nave sumergida.
De la gente a las ondas arrojada,
Sale quien diestro nada,
Y el que nadar no sabe
Fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan a tierra, afortunados,
Con las náufragas tablas abrazados.
Todos cuantos el oro recogieron,
Con el peso abrumados, perecieron.
A Clecémone van. Allí vivía
Un varón literato, que leía
Las obras de Simónides, de suerte
Que al conversar los náufragos, advierte
Que Simónides habla, y en su estilo
Le conoce; le presta todo asilo
De vestidos, criados y dineros;
Pero a sus compañeros
Les quedó solamente por sufragio
Mendigar con la tabla del naufragio.


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viernes, 17 de junio de 2016

El murciélago y la comadreja - Félix María Samaniego,



Cayó, sin saber cómo,
Un Murciélago a tierra;
Al instante le atrapa
La lista Comadreja.
Clamaba el desdichado,
Viendo su muerte cerca.
Ella le dice: «Muere;
Que por naturaleza
Soy mortal enemiga
De todo cuanto vuela.»
El avechucho grita,
Y mil veces protesta
«Que él es ratón, cual todos
Los de su descendencia»
Con esto ¡qué fortuna!
El preso se liberta.
Pasado cierto tiempo,
No sé de qué manera,
Segunda vez le pilla:
Él nuevamente ruega;
Mas ella le responde
«Que Júpiter la ordena
Tenga paz con las aves,
Con los ratones guerra.»
«¿Soy yo ratón acaso?
Yo creo que estás ciega.
¿Quieres ver cómo vuelo?»
En efecto, le deja,
Y a merced de su ingenio
libre el pájaro vuela.

Aquí aprendió de Esopo
La gente marinera,
Murciélagos que fingen
Pasaporte y bandera.
No importa que haya pocos
Ingleses comadrejas;
Tal vez puede de un riesgo
Sacarnos una treta.


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jueves, 16 de junio de 2016

El muchacho y la fortuna - Félix María Samaniego,



A la orilla de un pozo,
Sobre la fresca yerba,
Un incauto Mancebo
Dormía a pierna suelta.
Gritóle la Fortuna:
«Insensato, despierta;
¿No ves que ahogarte puedes,
A poco que te muevas?
Por ti y otros canallas
A veces me motejan,
Los unos de inconstante,
Y los otros de adversa.
Reveses de Fortuna
Llamáis a las miserias;
¿Por qué, si son reveses
De la conducta necia?»


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miércoles, 15 de junio de 2016

El milano y las palomas - Félix María Samaniego,



A las tristes Palomas un Milano,
Sin poderlas pillar, seguía en vano;
Mas él a todas horas
Servía de lacayo a estas señoras.
Un día, en fin, hambriento e ingenioso,
Así las dice «¿Amáis vuestro reposo,
Vuestra seguridad y conveniencia
Pues creedme en mi conciencia
En lugar de ser yo vuestro enemigo,
Desde ahora me obligo,
Si la banda por rey me aclama luego,
A tenerla con sosiego,
Sin que de garra o pico tema agravio;
Pues tocante a la paz seré un Octavio.»
Las sencillas palomas consintieron;
Aclamándole por rey, «Viva, dijeron,
Nuestro rey el Milano.»
Sin esperar a más, este tirano
Sobre un vasallo mísero se planta;
Déjalo con el viva en la garganta;
Y continuando así sus tiranías,
Acabó con el reino en cuatro días.

Quien al poder se acoja de un malvado
Será, en vez de feliz, un desdichado.


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martes, 14 de junio de 2016

El milano enfermo - Félix María Samaniego,



Un Milano, después de haber vivido
Con la conciencia peor que un forajido,
Enfermó gravemente.
Supuesto que el paciente
Ni a Galeno ni a Hipócrates leía,
A bulto conoció que se moría.
A los dioses desea ver propicios,
Y ofrecerles entonces sacrificios
Por medio de su madre, que, afligida,
Rogaría sin duda por su vida.
Mas ésta le responde: «Desdichado,
¿Cómo podré alcanzar para un malvado
De los dioses clemencia,
Si en vez de darles culto y reverencia,
Ni aun perdonaste a víctima sagrada,
En las aras divinas inmolada?»

Así queremos irritando al cielo
Que en la tribulación nos dé consuelo.


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