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domingo, 31 de julio de 2016

La mona corrida - Félix María Samaniego



Fieras, aves y peces
Corren, vuelan y nadan,
Porque Júpiter sumo
A general congreso a todos llama.
Con sus hijos se acercan,
Y es que un premio señala
Para aquel cuya prole
En hermosura lleve la ventaja.
El alto regio trono
La multitud cercaba,
Cuando en la concurrencia
Se sentía decir: la Mona falta.
«Ya llega», dijo entonces
Una habladora urraca,
Que, como centinela,
En la alta punta de un ciprés estaba.
Entra rompiendo filas,
Con su cachorro ufana,
Y ante el excelso trono
El premio pide de hermosura tanta.
El dios Júpiter quiso,
Al ver tan fea traza,
Disimular la risa,
Pero se le soltó la carcajada.
Armóse en el concurso
Tal burla y algazara,
Que corrida la Mona,
A Tetuán se volvió desengañada.

¿Es creíble, señores,
Que yo mismo pensara
En consagrar a Apolo
Mis versos, como dignos de su gracia?
Cuando, por mi fortuna,
Me encontré esta mañana,
Continuando mi obrilla,
Este cuento moral, esta patraña,
Yo dije a mi capote:
¡Con qué chiste, qué gracia
Y qué vivos colores
El jorobado Esopo me retrata!
Mas ya mis producciones
Miro con desconfianza,
Porque aprendo en la Mona
Cuánto el ciego amor propio nos engaña.



sábado, 30 de julio de 2016

La mona - Félix María Samaniego



Subió una Mona a un nogal.
Y cogiendo una nuez verde,
En la cáscara la muerde;
Con que la supo muy mal.
Arrojóla el animal,
Y se quedó sin comer.

Así suele suceder
A quien su empresa abandona.
Porque halla, como la mona,
Al principio qué vencer.



viernes, 29 de julio de 2016

La moda - Félix María Samaniego



Después de haber corrido
cierto danzante mono
por cantones y plazas,
de ciudad en ciudad, el mundo todo,
logró, dice la historia,
aunque no cuenta el cómo,
volverse libremente
a los campos del África orgulloso.
Los monos al viajero
reciben con más gozo
que a Pedro el Czar los Rusos,
que los griegos a Ulises generoso.
De leyes, de costumbres
ni él habló ni algún otro
le preguntó palabra;
pero de trajes y de modas todos.
En cierta jerigonza,
con extranjero tono
les hizo un gran detalle
de lo más remarcable a los curiosos.
«Empecemos, decían,
aunque sea por poco.»
Hiciéronse zapatos
con cáscaras de nueces, por lo pronto;
toda la raza mona
andaba con sus choclos,
y el no traerlos era
faltar a la decencia y al decoro.
Un leopardo hambriento
trepa para los monos:
Ellos huir intentan
a salvarse en los árboles del soto.
Las chinelas lo estorban,
y de muy fácil modo
aquí y allí mataba,
haciendo a su placer dos mil destrozos.
En Tetuán, desde entonces
manda el senado docto
que cualquier uso o moda,
de países cercanos o remotos,
antes que llegue el caso
de adoptarse en el propio,
haya de examinarse,
en junta de políticos, a fondo.
Con tan justo decreto
y el suceso horroroso,
¿dejaron tales modas?
Primero dejarían de ser monos.




jueves, 28 de julio de 2016

La mariposa y el caracol - Félix María Samaniego,



Aunque te haya elevado la fortuna
Desde el polvo a los cuernos de la luna,
Si hablas, Fabio, al humilde con desprecio
Tanto como eres grande serás necio.
¡Qué! ¿Te irritas? ¿Te ofende mi lenguaje?
«No se habla de ese modo a un personaje.»
Pues haz cuenta, señor, que no me oíste,
Y escucha a un Caracol. Vaya de chiste

En un bello jardín, cierta mañana,
Se puso muy ufana
Sobre la blanca rosa
Una recién nacida Mariposa.
El sol resplandeciente
Desde su claro oriente
Los rayos esparcía;
Ella, a su luz, las alas extendía,
Sólo porque envidiasen sus colores
Manchadas aves y pintadas flores.
Esta vana, preciada de belleza,
Al volver la cabeza,
Vio muy cerca de sí, sobre una rama,
A un pardo Caracol. La bella dama,
Irritada, exclamó: «¿Cómo, grosero,
A mi lado te acercas? Jardinero,
¿De qué sirve que tengas con cuidado
El jardín cultivado,
Y guarde tu desvelo
La rica fruta del rigor del hielo,
Y los tiernos botones de las plantas,
Si ensucia y come todo cuanto plantas
Este vil Caracol de baja esfera?
O mátale al instante, o vaya fuera.»
«Quien ahora te oyese,
Si no te conociese,
Respondió el Caracol, en mi conciencia,
Que pudiera temblar en tu presencia.
Mas dime, miserable criatura,
Que acabas de salir de la basura,
¿Puedes negar que aún no hace cuatro días
Que gustosa solías
Como humilde reptil andar conmigo,
Y yo te hacía honor en ser tu amigo?
¿No es también evidente
Que eres por línea recta descendiente
De las orugas, pobres hilanderos,
Que, mirándose en cueros,
De sus tripas hilaban y tejían
Un fardo, en que el invierno se metían,
Como tú te has metido,
Y aún no hace cuatro días que has salido?
Pues si éste fue tu origen y tu casa;
¿Por qué tu ventolera se propasa
A despreciar a un caracol honrado?»

El que tiene de vidrio su tejado,
Esto logra de bueno
Con tirar las pedradas al ajeno.



miércoles, 27 de julio de 2016

La leona y el oso - Félix María Samaniego,



Dentro de un bosque oscuro y silencioso,
Con un rugir continuo y espantoso,
Que en medio de la noche resonaba,
Una Leona a las fieras inquietaba.
Dícela un Oso: «Escúchame una cosa:
¿Qué tragedia horrorosa
O qué sangrienta guerra,
Qué rayos o qué plagas a la tierra
Anuncia tu clamor desesperado,
En el nombre de Júpiter airado?»
«¡Ah! mayor causa tienen mis rugidos.
Yo, la más infeliz de los nacidos,
¿Cómo no moriré desesperada,
Si me han robado el hijo, ¡ay desdichada!»
«¡Hola! ¿Con que, eso es todo?
Pues si se lamentasen de ese modo
Las madres de los muchos que devoras,
Buena música hubiera a todas horas.
Vaya, vaya, consuélate como ellas;
No nos quiten el sueño tus querellas.»

A desdichas y males
Vivimos condenados los mortales.
A cada cual, no obstante, le parece
Que de esta ley una excepción merece.
Así nos conformamos con la pena,
No cuando es propia, sí cuando es ajena.



martes, 26 de julio de 2016

La lechera - Félix María Samaniego



Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo a todo el que lo advierte
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque no apetecía
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento,
Marchaba sola la feliz Lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pío, pío.
Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino;
Con bellota, salvado,
Berza, castaña engordará sin tino,
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo al mercado,
Sacaré de él sin duda buen dinero;
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero,
Que salte y corra toda la campaña,
Hasta el monte cercano a la cabaña.»
Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que a su salto violento
El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría
No sea que saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su cantando la esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor o más próspera fortuna,
Que vivirás ansiosa
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro.



lunes, 25 de julio de 2016

La hermosa y el espejo - Félix María Samaniego,



La hermosa y el espejo
Anarda la bella
tenía un amigo
con quien consultaba
todos sus caprichos:
Colores de moda,
más o menos vivos,
plumas, sombreretes,
lunares y rizos
jamás en su adorno
fueron admitidos,
si él no la decía:
Gracioso, bonito.
Cuando su hermosura,
llena de atractivo,
en sus verdes años
tenía más brillo,
(ni acierto a decirlo)
las negras viruelas
sus gracias y hechizos.
Llegose al espejo:
Éste era su amigo;
y como se jacta
de fiel y sencillo,
lisa y llanamente
la verdad la dijo.
Anarda, furiosa,
casi sin sentido,
le vuelve la espalda,
dando mil quejidos.
Desde aquel instante
cuentan que no quiso
volver a consultas
con el señor mío.
«Escúchame, Anarda:
Si buscas amigos
que te representen
tus gracias y hechizos,
mas que no te adviertan
defectos y aún vicios,
de aquellos que nadie
conoce en sí mismo,
dime, ¿de qué modo
podrás corregirlos?»



domingo, 24 de julio de 2016

La hacha y el mango - Félix María Samaniego,



Un hombre que en el bosque se miraba
Con una Hacha sin Mango, suplicaba
A los árboles diesen la madera
Que más sólida fuera
Para hacerle uno fuerte y muy durable.
Al punto la arboleda innumerable
Le cedió el acebuche; y él, contento,
Perfeccionando luego su instrumento,
De rama en rama va cortando a gusto
Del alto roble el brazo más robusto.
Ya los árboles todos recorría,
Y mientras los mejores elegía,
Dijo la triste encina al fresno: «Amigo:
Infeliz del que ayuda a su enemigo»



sábado, 23 de julio de 2016

La gata mujer - Félix María Samaniego



Zapaquilda la bella
Era gata doncella,
Muy recatada, no menos hermosa.
Queríala su dueño por esposa,
Si Venus consintiese,
Y en mujer a la Gata convirtiese.
De agradable manera
Vino en ello la diosa placentera,
Y ved a Zapaquilda en un instante
Hecha moza gallarda, rozagante.
Celébrase la boda;
Estaba ya la sala nupcial toda
De un lucido concurso coronada;
La novia relamida, almidonada,
Junto al novio, galán enamorado;
Todo brillantemente preparado,
Cuando quiso la diosa
Que cerca de la esposa
Pasase un ratoncillo de repente.
Al punto que le ve, violentamente,
A pesar del concurso y de su amante,
Salta, corre tras él y échale el guante.

Aunque del valle humilde a la alta cumbre
Inconstante nos mude la fortuna,
La propensión del natural es una
En todo estado, y más con la costumbre.



viernes, 22 de julio de 2016

La gata con cascabeles - Félix María Samaniego,



Salió cierta mañana
Zapaquilda al tejado
Con un collar de grana,
De pelo y cascabeles adornado.
Al ver tal maravilla,
Del alto corredor y la guardilla
Van saltando los gatos de uno en uno.
Congrégase al instante
Tal concurso gatuno
En tomo de la dama rozagante,
Que entre flexibles colas arboladas
Apenas divisarla se podía.
Ella con mil monadas
El cascabel parlero sacudía;
Pero cesando al fin el sonsonete,
Dijo que por juguete
Quitó el collar al perro su señora,
Y se lo puso a ella.
Cierto que Zapaquilda estaba bella.
A todos enamora,
Tanto, que en la gatesca compañía
Cuál dice su atrevido pensamiento
Cuál se encrespa celoso;
Riñen éste y aquél con ardimiento,
Pues con ansia quería
Cada gato soltero ser su esposo.
Entre los arañazos y maullidos
Levántase Garraf gato prudente,
Y a los enfurecidos
Les grita: «Novel gente,
¡Gata con cascabeles por esposa!
¿Quién pretende tal cosa?
¿No veis que el cascabel la caza ahuyenta
Y que la dama hambrienta
Necesita sin duda que el marido,
Ausente y aburrido,
Busque la provisión en los desvanes,
Mientras ella, cercada de galanes,
Porque el mundo la vea,
De tejado en tejado se pasea?»
Marchóse Zapaquilda convencida,
Y lo mismo quedó la concurrencia.

¡Cuántos chascos se llevan en la vida
Los que no miran más que la apariencia!



jueves, 21 de julio de 2016

La gallina de los huevos de oro - Félix María Samaniego



Érase una Gallina que ponía
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
Pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones
Se vieron en la calle sin calzones.



miércoles, 20 de julio de 2016

La danza pastoril - Félix María Samaniego



A la sombra que ofrece
Un gran peñón tajado,
Por cuyo pie corría
Un arroyuelo manso,
Se formaba en estío
Un delicioso prado.
Los árboles silvestres
Aquí y allí plantados,
El suelo siempre verde,
De mil flores sembrado,
Más agradable hacían
El lugar solitario.
Contento en él pasaba
La siesta, recostado.
Debajo de una encina,
Con el albogue, Bato.
Al son de sus tonadas,
Los pastores cercanos,
Sin olvidar algunos
La guarda del ganado,
Descendían ligeros
Desde la sierra al llano.
Las honestas zagalas,
Según iban llegando,
Bailaban lindamente,
Asidas de las manos,
En tomo de la encina
Donde tocaba Bato.
De las espesas ramas
Se veía colgando
Una guirnalda bella
De rosas y amaranto.
La fiesta presidía
Un mayoral anciano;
Y ya que el regocijo
Bastó para descanso,
Antes que se volviesen
Alegres al rebaño,
El viejo presidente
Con su corvo cayado
Alcanzó la guimalda
Que pendía del árbol,
Y coronó con ella
Los cabellos dorados
De la gentil zagala
Que con sencillo agrado
Supo ganar a todas
En modestia y recato.
Si la virtud premiaran
Así los cortesanos,
Yo sé que no huiría
Desde la corte al campo.



martes, 19 de julio de 2016

La comadreja y los ratones - Félix María Samaniego



Débil y flaca cierta Comadreja,
No pudiendo ya más, de puro vieja,
Ni cazaba ni hacía provisiones
De abundantes Ratones,
Como en tiempos pasados,
Que elegía los tiernos, regalados,
Para cubrir su mesa.
Sólo de tarde en tarde hacía presa
En tal cual que pasaba muy cercano,
Gotoso, paralítico o anciano.
Obligada del hambre cierto día,
Urdió el modo mejor con que saldría
De aquella pobre situación hambrienta,
Pues la necesidad todo lo inventa.
Esta vieja taimada
Métese entre la harina amontonada.
Alerta y con cautela,
Cual suele en la garita el centinela,
Espera ansiosa su feliz momento
Para la ejecución del pensamiento.
Llega el Ratón sin conocer su ruina
Y mete el hociquillo entre la harina;
Entonces ella le echa de repente
La garra al cuello, y al hocico el diente.
Con este nuevo ardid tan oportuno
Se los iba embuchando de uno en uno,
Y a merced de discurso tan extraño,
Logró sacar su tripa de mal año.

Es feliz un ingenio interesante:
Él nos ayuda, si el poder nos deja;
Y al ver lo que pasó a la Comadreja,
¿Quién no aguzará el suyo en adelante?



lunes, 18 de julio de 2016

La codorniz - Félix María Samaniego



Presa en estrecho lazo
La Codorniz sencilla,
Daba quejas al aire,
Ya tarde arrepentida.
«¡Ay de mí miserable
Infeliz avecilla,
Que antes cantaba libre,
Y ya lloro cautiva!
Perdí mi nido amado,
Perdí en él mis delicias,
Al fin perdilo todo,
Pues que perdí la vida.
¿Por qué desgracia tanta?
¿Por qué tanta desdicha?
¡Por un grano de trigo!
¡Oh cara golosina!»»
El apetito ciego
¡A cuántos precipita,
Que por lograr un nada,
Un todo sacrifican!



domingo, 17 de julio de 2016

La cigarra y la hormiga - Félix María Samaniego



Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del preciso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: «Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció el daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.»



sábado, 16 de julio de 2016

La cierva y la viña - Félix María Samaniego,



Huyendo de enemigos cazadores
Una Cierva ligera;
Siente ya fatigada en la carrera
Más cercanos los perros y ojeadores.
No viendo la infeliz algún seguro
Y vecino paraje De gruta o de ramaje,
Crece su timidez, crece su apuro.
Al fin, sacando fuerzas de flaqueza,
Continúa la fuga presurosa;
Halla al paso una Viña muy frondosa,
Y en lo espeso se oculta con presteza.
Cambia el susto y pesar en alegría,
Viéndose a paz y a salvo en tan buen hora.
Olvida el bien, y de su defensora
Los frescos verdes pámpanos comía.
Mas ¡ay! que de esta suerte,
Quitando ella las hojas de delante,
Abrió puerta a la flecha penetrante,
Y el listo Cazador la dio la muerte.
Castigó con la pena merecida
El justo cielo a la cierva ingrata.
Mas ¿qué puede esperar el que maltrata
Al mismo que le está dando la vida?



viernes, 15 de julio de 2016

La cierva y el león - Félix María Samaniego



Más ligera que el viento,
Precipitada huía
Una inocente Cierva,
De un cazador seguida.
En una oscura gruta,
Entre espesas encinas,
Atropelladamente
Entró la fugitiva.
Mas ¡ay! que un León sañudo,
Que allí mismo tenía
Su albergue, y era susto
De la selva vecina,
Cogiendo entre sus garras
A la res fugitiva,
Dio con cruel fiereza
Fin sangriento a su vida.

Si al evitar los riesgos
La razón no nos guía,
Por huir de un tropiezo,
Damos mortal caída.