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viernes, 31 de julio de 2015

La pulga y el carnero - Leonardo Da Vinci



Una pulga, que vivía en el pelo raído de un perro, sintió un día el buen olor de la lana.
-¿Qué sucede?
Dio un saltito y se percató de que su perro se había dormido sobre la piel de un carnero.
-Esta pelliza es justamente lo que necesito - dijo la pulga -. Es más gruesa y flexible, y sobre todo más segura. Aquí no hay peligro de encontrarse con las uñas y los dientes del perro, que de cuando en cuando se ponen a buscarme. Y la piel del carnero seguramente será más dulce.
Así, sin pensarlo demasiado, la pulga cambió de domicilio, pasando de un salto del pelo del perro a la piel del carnero. Pero la lana era espesa, tan espesa y gruesa, que no era fácil llegar hasta la piel.
Prueba que te prueba, separando con paciencia un pelo tras otro y abriéndose con fatiga un caminillo, la pulga llegó al fin a las raíces de los pelos; pero éstas eran tan finas y estaban tan apretadas, que no dejaban a la pulga ni siquiera un respiradero para poder gustar la piel.
Rendida, sudando y desilusionada, la pulga se resignó a volver a su perro. Pero el perro ya se había marchado.
¿Pobre pulga! Apesadumbrada por el error cometido, lloró días y días y murió de hambre sobre la gruesa pelliza del carnero.

Pocas veces podemos volvernos atrás de los
errores cometidos. No aprovechar por falta de
visión la oportunidad que se nos presenta puede
cortarnos para siempre las alas de nuestra superación,
mas el camino que tomamos irreflexivamente puede
llevarnos a una sima de la que jamás logremos escapar.


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