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jueves, 10 de marzo de 2016

El molinero, su hijo y el jumento - Jean de la Fontaine



A la Grecia, madre de las artes, debemos el apólogo, pero esta es una mies tan abundante, que aun encuentran algo que espigar los últimos que llegan. La ficción es un país extensísimo, lleno de regiones desconocidas; todos los días se hacen en él nuevos descubrimientos. Voy a referir una historia muy ingeniosa: Malherbe la contó al marqués de Racan.

Estos dos émulos de Horacio y herederos de su lira, hallabánse un día a solas y sin testigos, confiándose sus propósitos y sus cuidados. Racan le decía a Malherbe:

“Aconsejadme vos, que tan ducho sois en las cosas del mundo, y que tenéis larga experiencia de él en vuestra avanzada edad. ¿Qué resolución debo tomar? Ya es tiempo de que piense en ello. Conocéis mi posición, mi linaje y mi carácter. ¿Me estableceré en mi provincia nata, buscare colocación en el ejercito, o entraré en la corte? Todo tiene su pro y su contra: hay delicias en la dura guerra y peligros hasta en el dulce himeneo. Si hubiera de seguir mi capricho, no dudaría, pero tengo que contentar a los míos, a la corte, y al pueblo entero.- ¡Contentar a todos! Exclamó Malherbe: antes de contestaros, oíd un cuento.”

“Leí no sé donde que un Molinero y su hijo, viejo aquél y muchacho éste, pero no pequeñuelo, sino de quince años bien cumplidos, iban a una feria para vender su jumento. Para que estuviese más descansado y de mejor ver, atárosle las patas y cargaron con él entre el padre y el hijo. El primero que topó con ellos en el camino, soltó la carcajada. “¡Que pareja de idiotas! ¡Que rústicos tan rematados! iba diciendo. ¿Qué se proponen con esa extravagancia? No es más jumento quien más lo parece.” El molinero, oyendo tales razones, se arrepiente de su tontería, deja en el suelo al borrico y le quita las ataduras. El animal, que iba acostumbrándose a caminar a cuestas, comenzó a querellarse en su especial dialecto, pero el molinero cerró los oídos a sus quejas, hizo montarse al muchacho y prosiguieron su camino.”

Encontraron a poco tres mercaderes, y el más viejo, gritando todo cuanto pudo díjole así al cabalgante: “Apead si tenéis pizca de vergüenza, mozo borriqueño. ¿Cuándo se ha visto que un muchacho lleve lacayo con canas? Monte el viejo y sírvale el joven de Espolique.-Caballeros, contesto el Molinero, razón tenéis de sobra, y fuerza será contentaros .Echó pie a tierra el muchacho, y montó el viejo en el rucio.”

Pasaron en esto tres mozuelas, y exclamó una de ellas: “¡Que valor! ¡Hacer ir a pie a ese muchacho, cayendo y tropezando, mientras va aquel hambrón en el pollino, hecho un papanatas!”. Replico el molinero, hubo dimes y diretes, hasta que el pobre hombre abochornado, quiso remediar su error y puso al chico en la grupa.

Aun no habían andado treinta pasos, cuando encuentran otro pelotón de pasajeros, y empiezan de nuevo los comentarios. Locos están, dice uno de ellos: el jumento no puede más ¡Va a reventar! ¡Cargar de esa manera un pobre animal! ¿No tienen lastima de quien bien les sirve? Irán a la feria a vender su pellejo.- ¡Voto a bríos! Exclamo el molinero loco de remate es quien se propone contentar a todos. Pero, hagamos otra prueba para ver si lo conseguimos, apearonse los dos y el asno, rozagante y satisfecho marchaba delante de ellos. Paso entonces otro viandante y al verlos: modas nuevas la cabalgadura descansada y el dueño echando los bofes. Así hacen gastar los zapatos y preservar al borriquillo. ¡Tres eran tres y a cual más jumento!

-Jumento sois de veras prorrumpió exasperado el molinero: “Jumento me confieso y me declaro pero en adelante digan lo que quieran, alábenme o critíquenme he de hacer mi santa voluntad”. Y así lo hizo; y obró perfectamente”.

Vos, señor, seguid las banderas de Marte, o las del Amor, o servid a la corte, o encerraós en vuestro pueblo: tomad mujer, hacéos fraile, id y venid a nuestro antojo: podéis estar seguro de que os criticarán de todos modos.


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