Mientras de un volatín bastante diestro
un principiante mozalbillo toma
lecciones de bailar en la maroma,
le dice: «Vea usted, señor maestro,
cuánto me estorba y cansa este gran palo
que llamamos chorizo o contrapeso;
cargar con un garrote largo y grueso
es lo que en nuestro oficio hallo yo malo.
¿A qué fin quiere usted que me sujete,
si no me faltan fuerzas ni soltura?
Por ejemplo, este paso, esta postura,
¿no la haré yo mejor sin el zoquete?
Tenga usted cuenta... No es difícil... Nada...»
Así decía; y suelta el contrapeso.
El equilibrio pierde... ¡Adiós! ¿Qué es eso?
¿Qué ha de ser? Una buena costalada.
«¡Lo que es auxilio juzgas embarazo,
incauto joven! -el maestro dijo-.
¿Huyes del arte y método? Pues, hijo,
no ha de ser éste el último porrazo».
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