Un torrente, olvidando deber su agua a la lluvia y a los arroyos,
pensó hincharse para volverse grande como un río.
Comenzó entonces a lanzar sus ondas impetuosas contra la orilla,
arrancando con avidez tierra y piedras para ensanchar su lecho.
Pero cuando de pronto volvió el sol,
el pobre torrente se encontró prisionero de todas las piedras que había quitado a la orilla,
y con mucha fatiga debió hacerse un nuevo camino para descender al valle.
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