Cierto poeta
que, por oficio,
era de aquellos
cuyos caprichos
antes que puedan
ponerse en limpio
ya en los teatros
son aplaudidos,
trágicos dramas,
comedias hizo,
varios sainetes
de igual estilo.
Aunque pagado
de sus escritos,
pidió, no obstante,
a un docto amigo
que le dijera
sin artificio
cuál de su aprecio
era más digno.
Él le responde:
«Yo más me inclino
a los sainetes».
«¿Por qué motivo?»
«Tenga paciencia,
voy a decirlo...
Óigame un cuento
nada prolijo:
Una verruga,
un lobanillo
y una corcova
(¡miren qué trío!)
diz que tenían
cierto litigio
sobre cuál de ellos
era más lindo.
Doña joroba,
por lo crecido,
la primacía
llevarse quiso.
Quiso, porque era
don lobanillo
proporcionado,
ser más pulido.
Mas la verruga
pidió lo mismo,
porque su gracia
funda en lo chico.
Esta contienda
oyó un perito;
diole gran risa,
y al punto dijo:
'¡Vaya, verruga,
que hablas con juicio!
Sois todos tres, a la verdad, tan buenos,
que bien puedes decir: Del mal, el menos'».
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