A la sombra del seto, la clemátide retorcía sus verdes brazos alrededor de los troncos y las ramas del espino.
Al llegar a lo alto miró a su alrededor y vio otro seto que flanqueaba otra parte del camino.
Cuánto me gustaría llegar hasta allá - dijo- la clemátide -. Aquel seto es más bello y más grande que este.
Y poco a poco, extendiendo los brazos, se fue, día tras día, acercando cada vez más al seto de enfrente. Concluyó por alcanzarlo, se enlazo a una rama y comenzó feliz a crecer rodeándolo.
Pero poco a poco, por aquel camino comenzaron a pasar los caminantes, quienes se encontraron de pronto frente a aquellas ramas de clemátide que les cerraban el camino. Entonces la despedazaron, la arrancaron del cercado y la tiraron al foso.
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