“¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo!”, gritaba el pastorcillo bajando la colina a toda velocidad. Enseguida, los habitantes del pueblo se armaron con hachas y mazos para enfrentar al animal, pero pronto quedaron indignados al ver que el pastor se deshacía entre risas y burlas. Al día siguiente, el joven decidió repetir la broma. Nuevamente, los habitantes del pueblo se armaron hasta los dientes, y nuevamente quedaron en ridículo al ver al pastor ahogado en risas. Sin embargo, un buen día, el lobo sí apareció, y aunque el pastorcillo gritaba espantado con la bestia a sus espaldas, nadie se inmutó ni salió a defenderlo.
Moraleja:
Después de muchas mentiras, la verdad ya no es válida.
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