En un tiempo muy antiguo, el milano poseía una voz tan profunda y penetrante, que todos se quedaban petrificados cuando pasaban por el lugar en el que estaba colocado su nido.
A pesar de que estaba muy contento con la voz con la que había sido obsequiado, un día decidió probar a imitar el armonioso sonido producido por un caballo que se dirigía en busca de los pastos frescos de lo alto de la montaña en los que se encontraba su familia.
Aunque lo intentó durante largas horas y una enorme cantidad de días, el milano jamás consiguió obtener un sonido que se pareciera en lo más mínimo al relinchar de aquel poderoso caballo. Tan obsesionado estaba con que su voz se pareciese a la del caballo, que se quedó completamente afónico.
Pasados unos días, intentó de nuevo reproducir ese sonido que tanto le había gustado, pero sorprendentemente, nada salía de su garganta. De tanto intentar imitar a otro, había olvidado por completo cual era el sonido de su propia voz.
Si quieres imitar a otros y no quieres quedar mal, prepárate convenientemente
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