Un tordo picoteaba los granos de un bosquecillo de mirlos y, complacido por la dulzura de sus pepitas, no se decidía a abandonarlo.
Un cazador de pájaros observó que el tordo se acostumbraba al lugar y lo cazó con liga.
Entonces el tordo, viendo próximo su fin, dijo:
-Desgraciado! ¡Por el placer de comer me he privado de la vida!
Nunca dejes que un momentáneo placer te cierre las puertas de por vida.
Otros blogs que te pueden interesar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario