Los lobos y los perros se llevaban muy mal entre ellos. Los primeros vivían para hostigar los rebaños del hombre, y los segundos para protegerlos.
Un día, los lobos dijeron a los perros:
-Somos muy parecidos. Entonces, ¿por qué en vez de pelearnos no nos ayudamos?
-¿Cómo así?-preguntaron los canes domésticos.
-Miren-explicaron los salvajes, -la única diferencia que nos separa es que nosotros somos libres y ustedes viven en cautiverio, para servir al hombre, proteger sus rebaños, aguantar sus órdenes y conformarse con los huesos que les dan, mientras ellos disfrutan de la jugosa carne. Por eso les proponemos aliarnos todos. Nos dejan entrar a los rebaños, y nosotros compartiremos el botín con ustedes.
Luego de la explicación de los lobos, los perros reflexionaron por unos segundos y accedieron.
Mas cuando los salvajes entraron a los establos y rebaños, lo primero que hicieron fue matar a los perros y luego se llevaron tanta carne como pudieron.
Maltrechos y a punto de morir, todos los perros comprendieron que habían sido engañados.
Se habían dejado llevar por cantos de sirena, pasando por alto aquello que dice que nunca se puede traicionar a los que realmente nos ayudan y confían en nosotros.
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