Estaba la víbora tomando el sol tranquilamente junto a un espino, cuando de repente saltó sobre ella un lobo. Tras luchar durante varios minutos por conservar su vida, la pobre víbora termino enroscada alrededor de las peligrosas ramas del espino.
Pero no acababa aquí su mala suerte, ya que por culpa de la pelea, las raíces de la planta habían quedado tan maltrechas, que el espino se desprendió de la tierra, rodando colina abajo con la víbora agarrada a sus ramas.
Tan rápido rodaba, que la víbora era incapaz de conseguir que se detuviera antes de que sus huesos terminaran sumergidos en las frías y caudalosas aguas del río. Segundos más tarde, el pobre animal se encontró flotando río abajo, envuelto en una trampa de espinas de la que no podía salir.
Al verla aparecer de esta guisa, una zorra que se encontraba descansando apaciblemente en una de sus orillas, no pudo evitar exclamar con cierta sorna:
-¡No hay mejor piloto para una embarcación de ese tipo que una víbora como tú!
Las malas personas siempre suelen ir unidas a las peores herramientas
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