Volaba despreocupadamente una alondra moñuda, cuando de repente divisó desde el aire un enorme campo de trigo, en el que crecían las espigas más hermosas que había visto en su pequeña y corta existencia. Tras mucho pensarlo, bajó rápidamente para verlas más de cerca y comprobar si sus ojos no la habían engañado desde tanta distancia.
Tan entretenida estaba mirándolas que en un descuido una de sus patas fue atrapada por una de las numerosas trampas que había puesto el agricultor para evitar que los pájaros como ella acudieran hasta allí y se comieran la totalidad de su cosecha.
Al verse en esta lamentable situación, de la que le parecía imposible salir por sí misma, la alondra dijo suspirando:
-¡Infeliz alondra! Tú que nunca has deseado llevarte ni el oro, ni la plata, ni las joyas más valiosas del mundo, te ves ahora en una situación tan penosa. ¿De verdad te merecía tanto la pena un minúsculo grano de trigo para abandonar tu cómoda y feliz existencia surcando los cielos?.
No te arriesgues a un enorme peligro si el beneficio es insignificante.
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