Se vió acusado un lobo carnicero
por haber dado mueríe a un compañero;
él mismo su proceso defendía,
y así al juez
—que era un asno—
le decía:
—Es cierto que he matado a mi vecino,
mas no puede llamárseme asesino;
por sus malas acciones
tuve para matarle mil razones.—
A lo cual dijo el juez muy indignado:
—¡Posible es que tal cosa se proclame!
¡Nunca hay razón para matar, infame!...
Por consiguiente, morirá s ahorcado.
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