Un anciano cargaba leña a su espalda tras cortarla en una dura jornada de labor. Tan dura había sido, y tan largo el camino que debía realizar para llevarla que, cansado, decidió llamar a la Muerte para poder descansar. Ésta se presentó en el lugar, y observando al anciano, le preguntó que a qué se debía su llamada. Y el anciano, repuesto tras unos minutos de reposo, y algo avergonzado, contestó:
– Pues para ver si pudieras ayudarme a llevar esta carga que tanto pesa. Nada más.
Las ganas de vivir, le habían hecho olvidarse del cansancio, del lamento, y del dolor, a pesar de las circunstancias. Y la Muerte, le perdonó.
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