De California volvía
un joven aventurero,
y en un cinturón de cuero
águila s de oro traía,
y la vida en su dinero.
Sobre el mar que late en calma
el sol del trópico brilla,
y meciéndose en la quilla,
plácida adormece el alma
la perezosa barquilla.
M il ensueño s de grandeza,
ensueño s mil sonrosados,
bellos, ardientes, dorados,
en la juvenil cabeza
nacían atropellados.
La calma a soñar convida;
mas, en zozobra el sosiego
se trueca al grito de ¡fuego! y ante el riesgo de la vida,
reina soberano el ego.
Brota la llama perversa
amenazante y traidora,
y con luz siniestra dora
del mar la lámina tersa
y la barquilla devora.
El mozo, desesperado
y partido el corazón,
el pesado cinturón
se ciñe, descaminado
por su engaños a ambición.
Desatraca el bote en tanto
porque la llama ya apura,
jy se aleja!-%Oh desventura!
¡Y se aleja! —¡Oh cielo santo!
¡Y lo deja! —¡Suerte dura!...
Audaz a la mar se lanza
con firme resolución;
pero fué su perdición
el oro de su esperanza
que lleva en el cinturón.
Aquel poderoso lazo,
fábrica de su egoísmo,
para siempre, por sí mismo,
como un diabólico abrazo
lo sujetó en el abismo.
¡Cuánta s veces las riquezas
no trastornan las cabezas
con loca fascinación!
Recuerda, niño, que empiezas,
el cuento del cinturón.
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