En el fondo del mar una guinea
como un ojo de fuego relucía;
¡el hombre codicioso no lo sabe,
los peces ni la miran!
¿De qué sirve la efigie de Victoria
en buen oro acuñada , si perdida
en la arena reposa oscuramente
sin saludar al día?
Entre tanto, del banco los billetes
de grandes y pequeños la codicia
excitan poderosos, y grasicntos
van a manos pulidas.
Y iodos reverentes los acatan,
los buscan, los atraen y acarician,
y ellos vuelan cual aves veleidosas,
en incesante gira.
Así conozco yo sin valor propio
personajes-billetes en la vida,
que figuran merced a que algún bando
los usa con su firma.
Y hombres-guineas, probos y entendidos,
vegetan ignorados en provincia:
los gobernantes ciegos no lo saben,
¡los peces ni los miran!
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