Tuvieron, como es uso entre vecinos,
ruda y formal contienda
un entresuelo rico y elegante
y una buhardilla estrecha.
— ¡Miserable! gritaba el entresuelo.
¿Sabe s por qué galleas?
Porque mi posición subir me impide
a cortarte la lengua.
Quien descubrir intente lo que vales
pregunte lo que cuestas;
o de tus amadores oiga el coro
cuando de ti reniegan.
¡Infeliz! un abismo nos divide
no de varas, de teguas;
yo soy gentil, espléndido, lujoso;
íú sucia, pobre y fea.
Calla, pues, y de aquel que te sostiene
burlarle no pretendas,
que torres que se fundan en el viento,
el viento se las lleva.—
Son ó una carcajada en las alturas
alegre y desenvuelta.
y dijo la buhardilla, hacia la calle
sacando la cabeza:
—De imbéciles fué siempre darse lono;
aprieta, chico, aprieta,
que al fin naciste bajo, y de tan bajo
los tiros no me llegan.
Tú tendrás cuanto dices, no lo dudo,
ruido, anchura, opulencia;
yo en cambio tengo luz y la prefiero
a todas tus grandezas.
Del alba en los magníficos celajes
mi vista se embelesa,
y el rayo de la luna me ilumina
que el Hacedor te niega.
Y cuando en flores pródiga y perfumes
viene la primavera,
en rededor de mí batiendo el ala
los pájaros gorjean.—
¡Santa resignación! ¡Qué dulce haría s
del hombre la existencia,
si a menudo no fueran tus andrajos
disfraz de tu soberbia!
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