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viernes, 4 de enero de 2019

El grillo y el ratón



Cierta mañana de mayo,
queriendo hacer ejercicio,
por las márgene s de un cauce
salió de paseo un Grillo.
Como cantase una rana
entre los juncos floridos,
se detuvo, y desdeños o
tales palabras le dijo:
«Cállese la vocinglera,
basta ya de gorgoritos,
que su canto es, má s que canto,
una especie de ronquido.»
De nuevo emprendió la marcha
muy preciado de sí mismo,
sin aguardar la respuesta
que preparaba el anfibio.
Un caracol vió má s lejos
deslizándose tranquilo
por el tallo de una planta
salpicada de rocío:
«¡Vaya un correo! le dice:
a ese paso, buen amigo,
pronto llega a la posada
si no es muy largo el camino.
No sé por qué el alto Cielo
crió semejante bicho,
que sobre ser él tan torpe
lleva la casa consigo.»
Vió má s lejos, continuando
su paseo matutino,
que reculaba un cangrejo
entre las algas del río.
Notó de un simple vistazo
sus tenazas, sus anillos,
y aquellos dos perdigones
que de ojos hacen oficio.
«¡Cómo! le dice con sorna;
¿no era sobrado castigo
haber nacido tan feo
sin andar también torcido?
En mis varía s excursiones
muchas rarezas he visto,
mas no tenía noticia
de engendro tan peregrino.»
—«jCharlatan! iBasta de insultos!,
gritó en esto de improviso
un Ratón que le observaba
y todo lo había oído.
¿De tan perfecto presumes
que vas rebuscando vicios
para llenar de improperios
a cuaníos coges a tiro?
Ponga usted freno a su lengua,
o me echo encima de un brinco
y de cuatro dentelladas
sin piedad le descuartizo.
Viva usted como Dios manda
y deje quieto al vecino,
que iodos tenemos algo
de que estar arrepentidos,>
Cobarde, entre la maleza
se esconde entonces el Grillo,
temeroso de que en hechos
se convirtieran los dichos.
Aprendan los maldicientes
que corren grave peligro
de oír con razón fundada
lo que el Ratón dijo al Grillo.



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