¿Tienes muchas cosas y aún crees que te faltan más? Lee esta historia sobre “El hombre rico y el matemático” para que te lleves la enseñanza sobre cómo lograr tener mayores riquezas en esta vida.
Érase una vez un hombre muy rico y avaro quien consiguió construir una caja fuerte muy grande para llenarla de oro y joyas. Al enterarse este hombre de la existencia de un sabio matemático, lo llamó a su mansión y le dijo: “Quiero ser el hombre más rico del mundo, tú hombre sabio, ¡encuéntrame la solución para llenar mi caja fuerte con mucho oro!”.
El matemático regresó a su estudio y estuvo meses buscando la solución. Hasta que por fin una noche llegó a la casa del hombre rico y le dijo: “¡La encontré! La solución es perfecta”. A lo que el avaro le respondió: “Ahora no tengo tiempo para escucharte pues mañana temprano salgo de viaje. Quédate en mi casa. Hazte cargo de todo y aplica esa solución”. El matemático entusiasmado por poner en práctica su descubrimiento, aceptó.
Meses después el avaro regresó a casa encontrando que no quedaba nada de sus antiguas riquezas. Totalmente furioso, corrió a hablar con el matemático y reclamarle. Pensó que le había robado. Pero el matemático se encontraba bien sentado en el escritorio del hombre rico.
– “¿Qué ha pasado con todo mi oro? ¡¿Por qué no se ha multiplicado?!”, gritó el avaro.
– “Apliqué la solución. Regalé todo lo que tenías. A cada poblador de este lugar le di un poco de tu riqueza”.
El hombre rico estaba consternado.
– “Durante meses analicé cómo lograr el máximo beneficio. Siempre resultaba todo muy limitado porque un hombre solo no puede hacer mucho. Comprendí que la clave era que muchas personas participaran de esto y así fue. Ayudando a mucha gente, también contribuyó a conseguir el propio beneficio”, explicó el matemático.
El avaro desesperado no le dijo nada más. Simplemente salió a caminar pensando que el matemático estaba totalmente chiflado. Pero mientras caminaba hacia el pueblo, con cara de preocupación y cabizbajo, varios vecinos al verlo, salieron corriendo hacia él. “Señor, ¿qué le sucede? ¿está bien?”, le preguntaban. Seguía caminando y el pueblo entero decía: “Algo tiene, vamos a verlo”, “Que pase a mi casa para que descanse y pueda ofrecerle algo de beber”, “¿Cómo podemos ayudarle?”, comentaba toda la gente.
Todos habían sido beneficiados cuando el matemático repartió las riquezas en nombre del hombre rico y se sentían honrados de poder ayudar a alguien tan especial. Incluso los vecinos discutían por ayudarle primero.
Durante los días que siguieron, el avaro comprobó los efectos de aquello que había hecho el matemático. Sea el lugar a donde fuera el hombre rico, era recibido con grandes honores y todos estaban dispuestos servirle. Al fin comprendió que ahora que no tenía nada, tenía mucho más.
Con el tiempo el hombre volvió a ser rico gracias a su empeño en los negocios, pero ya no acumulaba las riquezas, al contrario, las compartía entre aquellos que necesitaban de ayuda material. Aquellos corazones que recibían la ayuda se convirtieron en las mejores cajas fuertes para sus riquezas.
Reflexión
Cuantas veces andamos empecinados en solo lograr el éxito material y personal. Descuidamos nuestras familias, amistades, incluso nuestra salud. Es hora de darnos cuenta que para ser felices en esta vida necesitamos cultivar nuestras relaciones interpersonales, aprender a compartir lo mucho o poco que tengamos y valorar la riqueza espiritual. El matemático le enseñó al hombre avaro que su mejor inversión fue dar a los demás para recibir. Si eres como el hombre avaro, recuerda que todo lo que siembres, será lo que coseches.
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