Estaba Celia hemosa
una noche leyendo entretenida,
cuando una Mariposa
entró en el aposento, y, aturdida,
en torno de la luz tanto giraba
que las alas, a veces, se ·quelnaba.
La ve Celia y le dice:
Mariposilla incauta, considera
que, víctima infelice,
morirás en la llama lisonjera
que tanto te apasiona y te provoca.
Desengáñate, pues, y no seas loca.
No te acerques, detente;
huye, que ruina cierta te prepara
a tu vida inocente
esa llama brillante, esa luz clara,
entre cuyos ardientes resplandores
solo hallarás desgracias y dolores.
Esa llama es un fuego
inclemente y voraz; y en trance duro,
por tu apetito ciego,_
te verás, pues deleite
el fuego te parece; mas placeres
hallar en esa lumbre nunca esperes.
Es, como amor, la llama.
Huye, Mariposilla, su presencia.
Mira que Celia ama
y te habla con grandísima experiencia.
Lejos, amor y fuego disimulan
su veneno, de cerca ya no adulan.
Huye, pues, los voraces
incendios que delicias consideras;
huye antes que te abrases; .
admite mi consejo antes que mueras.
¡Oh cuántas mariposas racionales
deben aprovechar avisos tales!
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