Había una vez una granja con todos sus animales.
El ella estaban las vacas, los caballos, los pollitos, los carneros y los cerditos.
Un día, se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pastaba con ellos a diario.
Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejar. Los carneros lo regañaban por gritón, diciéndole:
- A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.
- ¿Ah si?- replicó el cerdo- ¡Pero no es con el mismo fin! A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.
Perder lo reponible no nos debe preocupar, pero sí el perder lo que es irreparable.
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