En la margen tranquila de un arroyo,
y metido en un hoyo,
hablaba así a un cangrej'o,
joven al parecer, otro ya viejo:
«¿No adviertes, c. iatura,
que haces andando atrá s triste figura?
Camina rectamente:
que en contra, malo es ir, de la corriente.
Si hacia adelante ves que marchan todos,
¿por qué andar cual los míseros beodos?..
De frente, pues, camina;
que el que anda de otro modo desatina.—
«¿De frente? - le responde
el cangrejilío tímido; y - ¿en dónde
he visto, padre mío, a los cangrejos
abandonar sus hábitos mas viejos?
¿Ha s andado jamá s de otra manera,
sin llevar como popa la trasera?
¿So y yo merecedor de tal peluca,
cuando siempre te vi marchar de nuca?..
¿Hallé entre mi familia ni un pariente
que anduviera de frente?.,
Yo tu digno trasunto me contemplo:
si otra cosa apeteces, dame ejemplo.»
Al escuchar tan lógica s razones,
el Cangrejo le dió dos coscorrones;
pero exclamó, mordiéndose los labios:
«Vence el ejemplo a los consejos sabios.
¿De qué sirve la má s pura doctrina,
si, el que intenta enseñarla, mal camina?»
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