Un pobre Burro, ¡burro desgraciado!,
con su carga en el lomo caminaba
de tal modo agobiado,
que a su excesivo peso se doblaba.
Un Loro charlatán en el camino
hallóse al pobre Burro; y observando
que, cansado y mohíno,
iba casi arrastrando, díjole:—Burro amigo,
mucha carga lleváis, se me figura;
si no hacéis ahora mismo lo que os digo
bien pronto encontraréis muerte segura.
Lo que tanto os fatiga es el exceso
de vuestra carga; y si ahora en el instante
dejarais la mitad, con menos peso
fácilmente salierais adelante.
—No puedo—dijo el Burro suspirando
hacer lo que decís, y me es forzoso
llevar todo este peso, aunque arrastrando
y sin darme un momento de reposo,
encontrara la muerte en el camino;—
y cansado como antes y mohíno,
volvió a emprender su marcha interrumpida,
lamentando su pobre y triste vida.
Así siguió marchando largo trecho;
pero tanto la carga le pesaba,
que al subir un repecho
sintió que ya su fuerza se agotaba
y exámine cayó medio deshecho.
El Loro, que los pasos le seguía,
díjole entonces:—Ya lo veis, amigo,
al fin os sucedió lo que decía;
de vuestra obstinación ved el castigo.—
Alzó el Borrico la abatida frente,
y mirándole al Loro de soslayo,
díjole débilmente:
—Si en vez de hablar así, seor papagayo,
cuando me visteis por la vez primera
me dierais vuestra ayuda, de seguro
del modo que me veo no me viera;
porque lo que hace falla en un apuro
no son palabras má s o menos rudas,
que nada son palabras sin ayudas.
Noble género humano:
aprende lo que dijo el Burro a l Loro.
Cuando en peligro mires a un hermano,
guarda de tus palabras el tesoro
y, en vez de aconsejar, dale la mano.
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